El despertar

Ambientada en Nueva Orléans y la costa meridional de Luisiana a finales del siglo XIX, la trama gira en torno a Edna Pontellier y su lucha por reconciliar sus puntos de vista, que se alejan cada vez con más fuerza, de la ortodoxia sobre la feminidad y la maternidad con las actitudes sociales prevalentes del Sur en el cambio de siglo. Es una de las primeras novelas estadounidenses que se centra en temas de la mujer sin condescendencia. Considerada a menudo como la Madame Bovary criolla, la protagonista, Edna Pontellier, es una mujer burguesa que entra en crisis al poner en duda el papel del matrimonio y la maternidad, manifiesta abiertamente su deseo sexual y decide romper con toda la seguridad que le otorga su privilegiado estatus social. (extraído: https://calixtaeditores.com/product/el-despertar/)

«Toda la vida había estado acostumbrada a albergar pensamientos y emociones que nunca se expresaban. Nunca se habían asumido tantos forcejeos. Le pertenecían, eran suyos; estaba convencida de tener derecho a ellos y de que no concernían a nadie, excepto a ella.»

Página 89.

Aviso, como siempre, el análisis tendrá spoilers de la obra.

Kate Chopin es esa clase de autoras que tienen cierto reconocimiento en el mundo anglosajón, pero aún falta mucho por lograr en los países hispanohablantes (al menos Latinoamérica, que yo sepa), y resulta francamente fascinante. Así como Emilia Pardo Bazán con su Insolación, El despertar ofrece una nueva visión del feminismo del siglo XIX/comienzos del XX que no se tiene muy en cuenta. Ya se planteó, gracias a mujeres tan importantes como Mary Wollstonecraft, a la mujer como sujeto intelectual y político, pero esta clase de autoras como Chopin, requieren un reconocimiento en otros aspectos, como la mujer como sujeto que busca su propia realización o su placer sexual.

Ilustración interior.

No me gusta esa clase de comparaciones, más todavía porque estamos comparando a una escritora con escritores hombres, y es evidente que la percepción del mundo es diferente. Aunque en un principio pueda parecer que el argumento y protagonista de El despertar pueda parecer similar a Madame Bovary, por ejemplo, nada más alejado de la realidad, pues solo se hace la comparativa por simplismo, ya que ambas obras comparten el tropo del adulterio.

Vale, sí, el adulterio está, pero no es, ni de lejos, a lo que va libro. No, es necesario aproximarse al título, entonces, El despertar, es la progresiva toma de consciencia de su protagonista, Edna Pontellier, acerca de su lugar en la sociedad, de qué forma quiere vivir, y las formas en las que ama, o más bien, debería amar. Además es un leeeento despertar (en relación con la cantidad de páginas, me refiero), ya que las primeras cien páginas del libro corresponden esto mismo, y cuando esta etapa (lo que corresponde a la estadía en Grand Isle) termina, apenas vamos en la mitad del proceso; es quizá esto un defecto de la obra, hay ocasiones en los que el ritmo decae, aunque sí es de esos libros en los que no pasa nada pero al mismo tiempo pasa todo, me parece que la autora peca de aburrida en ciertas partes que podrían agilizarse más porque la lectura llega a volverse complicada, tampoco ayuda el la prosa, descriptiva, a veces preciosista y sensual, que no está mal, pero con un ritmo lento se hace difícil. Ah, pero cuando superamos la parte de Grand Isle esto se reduce considerablemente, porque, digamos, es cuando el libro coge carrerita; creo que esto es porque Kate Chopin era esencialmente una cuentista, y eran relatos cortos, entonces me pregunto si es que le costó un poco trasladarse a algo más estructurado como una novela (aunque desconozco como será su otra novela, El error de Teresa).

«El instinto la había impulsado a dejar de lado la generosidad de su marido al haberse desprendido de su lealtad. No sabía qué sucedería cuando él volviera. Tendría que haber un acuerdo, una explicación. Ella sentía que las condiciones se ajustarían por sí mismas, pero, sin importar lo que pasara, había decidido no volver a pertenecer a nadie más que a sí misma.»

Página 144.

Mme. Bovary o Anna Karenina entienden la infidelidad de sus protagonistas de unas formas muy específicas. Además, ellas terminan siendo condenadas, de alguna forma, por sus actos. Desde Anna por ser egoísta ante la idea de nación que plantea Tolstoi de Rusia ante otros países europeos (recordar la decadencia del viejo continente de la que se habla en la literatura de ese tiempo), hasta Emma, con sus delirios que luego se transformarían en este trastorno de la conducta que se llama bovarismo. En cambio, Edna se suicida (y odio que se haya suicidado. Todavía sueño con una novela de ese tiempo en el que la mujer pueda quedarse bien y sola, lo más cercano que he encontrado es el final de Indiana, de George Sand), pero no es por un hombre, mucho menos por deudas, sino por saber que realmente no será libre como desea serlo en sus circunstancias, y una vida así no quiere vivirla.

Paseo a orillas del mar, de Joaquín Sorolla y Bastida (1909).

Kate Chopin ve las circunstancias de la mujer occidental del siglo XIX con una mirada increíblemente afín a nuestra actualidad. Lo que ella exige es por lo que hoy las mujeres siguen luchando. Cosas como la noción de que la vida de una mujer debe ir más allá de la maternidad, y a su vez, que no todas las madres quisieron serlo y no aman incondicionalmente a sus hijos; la mujer como persona que vive de su trabajo, en el caso de Edna, su arte, y unido a esto, la independencia, aka, tener vivienda propia; y, como ya mencioné antes, la búsqueda de la libertad, la esencia propia, y una revolución sexual, ya que, tiene un amante específico, Alcée Arobin, pero no hay un amor de por medio, ni un sentido de fidelidad con el hombre que ama, Robert Lebrun, ni su marido.

«—Renunciaría a lo superfluo; daría mi dinero, daría mi vida por mis hijos; pero no me daría a mí misma.»  

Página 89.

Por eso rescato la importancia del despertar, una obra revolucionaria en muchos aspectos, diferente, no solo a sus novelas contemporáneas, sino a otras mujeres que reivindicaron su género mediante su escritura. Mi calificación subjetiva es 4,3 de 5 estrellas ★★★

Las doncellas de óxido

Verano de 1980 en Cleveland, Ohio. Phoebe Shaw, y su prima y mejor amiga, Jacqueline, acaban de graduarse en la escuela de secundaria en medio de un futuro del todo desalentador e incierto. Toda la ciudad está copada de fábricas abandonadas que pueblan el horizonte, y la sombra de una huelga sobrevuela la rutina que gobierna sus vidas…
Pero, nada de eso es equiparable a lo que está ocurriendo en su propio vecindario. Las chicas con las que Phoebe y Jacqueline han crecido, están mutando. El pistoletazo de ese cambio lo dará el descubrimiento de unas oscuras huellas acuosas sobre la acera. Una a una, las jóvenes se van marchitando: sus uñas se transforman en cristales rotos, y sus huesos se convierten en metales oxidados que corrompen su carne.
Nadie puede explicar qué es lo que pasa con las chicas de la calle Denton; nadie, salvo quizá ellas mismas
. (extraído de: https://dilatandomenteseditorial.com/inicio/80-las-doncellas-de-oxido-de-gwendolyn-kiste.html)

“I’m a woman with almost half a century of life experience, who still can’t do a convincing impression of a human being.”

(Nota al pie: los extractos están en inglés porque lo escuché en formato audiolibro.)

Por alguna razón, abrí los ojos y descubrí que una novela de terror estaba siendo comentada por personas con las comparto gustos literarios. Fue como, de esos libros que «anotas» en tu lista de pendientes porque el argumento te pareció interesante, pero ahí se quedan hasta que un suceso excepcional te haga leerlo, o bien no lo lees nunca. Así me pasó con Las doncellas de óxido, no fue sino hasta que Storytel subió el audiolibro (porque, al parecer, es imposible encontrar los libros de Dilatando Mentes fuera de España y yo soy de Latinoamérica). Resultó ser la primera lectura que hice en el año y, curiosamente, fue bastante apropiada con las circunstancias actuales de mi vida. Además me dejó algunas cosas en las que pensar y que plasmaré en esta reseña.

Ilustración interior.

Las doncellas de óxido es esa clase de libro que desde hace rato estaba buscando: una novela de terror que, por la forma en la que está escrita, y los temas que aborda, más que asustarme, quería sentir una profunda desesperanza en el alma, quería deprimirme, por primera vez, a voluntad propia. El libro tiene una esencia tal, que me resulta imposible no compararla con otra obra del género, pero no en el mismo formato, y me refiero a la franquicia de videojuegos Silent Hill. Parecido en el sentido de, aunque el elemento visual del shock está ahí, en el juego, la gran variedad de criaturas espeluznantes, y en la novela, la lenta degeneración de los cuerpos de las doncellas, la importancia no recae en el body horror, sino, más bien, en la psicología de sus personajes, la forma en la que el trauma les afecta y de qué forma se materializa en el entorno que los rodea.

Gracias a esto, la novela tiene unos tintes depresivos fortísimos. A esto ayuda que está contada en dos tiempos, la actualidad (para el relato, 2008), cuando Phoebe Shaw, la protagonista, debe volver a la calle Dalton, casi treinta años después de los hechos, para recoger lo poco que queda de su juventud, antes de que demuelan toda la manzana. Allí revivirá su juventud, no solo por la nostalgia, sino por personas que una vez hicieron parte de su vida, o algunos que insisten en recordarle eso que siempre ha luchado por olvidar; en el otro lado, el pasado (el verano de 1980), cuando comenzó todo. Una vez graduadas del colegio, Phoebe, y su prima Jacqueline, son testigos de como, de la nada, las muchachas de la calle Dalton sufren una metamorfosis lenta y tortuosa; si al principio es evidente la atmósfera de desolación (uno de los puntos fuertes del relato es la atmósfera envolvente que Gwendolyn Kiste consigue), por el abandono del barrio, la contaminación y la inminente destrucción, el pasado no se salva, no es como ese tropo de «los tiempos de antes eran mejores», sino que la tensión de la crisis, social y económica, azota el ambiente. Si el hoy es duro, el ayer era peor. Es una constante la reticencia de Phoebe por recordar cuando las doncellas de óxido comenzaron a manifestarse.

“The houses were there, of course, just like they should be. But the draped windows stared out at me, drowsing eyes that never rested, and a scent of rotten earth and restlessness breezed through the neighborhood.”

Algo bien curioso que me pasó escuchando el audiolibro fue que la descripción de las doncellas de óxido nunca es clara. En sí, es altamente descriptiva, uno puede imaginarse a que huelen, y ciertas partes de sus cuerpos, pero en general es algo más bien abstracto, mi cerebro era cada vez menos capaz de recrear las descripciones conforme la metamorfosis se desarrollaba. Uno se imagina que no poder evocar una imagen clara en la narrativa es un error garrafal, pero, cosa curiosa, me gustó eso, porque, de hecho, todo en las doncellas de óxido es ambiguo. Gwendolyn Kiste no se molesta en dar una explicación clara del origen de este cambio tan drástico. Si catalogáramos la novela en el género de realismo mágico, sería perfecto, porque solo ocurrió ahí el Cleveland, y podría haber ocurrido en cualquier otra parte deprimida del mundo. Considero que lo más cercano a una explicación vendría a ser cómo las cinco chicas somatizan su deseo de ser plenamente libres de cualquier atadura a un mundo humano cada vez más decadente. Ellas comprenden, en varios aspectos, sectores oprimidos en la sociedad: para empezar, son mujeres que viven en áreas empobrecidas e industriales. Por otra parte, una es una madre adolescente, otra es hija de un padre abusivo, otra de una madre sobreprotectora, mientras que las dos que quedan son víctimas de la presión de las expectativas. Esto, para mi, se ve confirmado con la última aparición de las doncellas de óxido, convertidas en un mero concepto, que viven en cada partícula, gota o mancha, porque solo así pueden ser realmente libres, no siendo humanas.

Ilustración interior.

En sí, el libro no da miedo. Como dije, es más bien algo psicológico y un terror sordo, que se cuece por debajo de la mesa. Las doncellas no son el motivo del temor, sino la forma en la que la sociedad las concibe y las rechaza. Constantemente Phoebe le recrimina a todos y a ella misma la incapacidad de aceptar de nuevo a las chicas como medio para salvarlas de su funesto destino; me he dado cuenta que la narrativa de terror estadounidense tiende a reflejar en su narrativa la crisis social que siempre han afrontado. Cosas como la intolerancia, la apatía y la excesiva individualidad se plasman no solo en este libro, sino también en otros como Carrie, It, Amigo imaginario o La chica de al lado. Víctimas de un capitalismo que los oprime, pero ellos se apropian para oprimir de la misma forma, es inquietante leer (o, en mi caso, escuchar) como muchos de los vecinos se esfuerzan por buscar algún modo de culpar a las doncellas de óxido por los problemas que afrontan, hasta llegar a un límite en el que ellos no pueden escapar de su espiral de desencuentros.

Creo que la única pega que tiene el libro es que la autora no supo desarrollar a los personajes. Phoebe muchas veces resulta estresante, y no muestra un desarrollo real, uno pensaría que al tratar con el mismo personaje pero con un abismo de veintiocho años entre un pedazo y el otro, tendría que haber marcadas diferencias, pero no, sigue comportándose igual, como si el paso de los años en su cerebro no hubiese ocurrido. Por otra parte, llega a molestar que tenga un complejo de salvadora tan marcado, y es reiterativa con eso, a cada rato, tengo que salvar a tal o pascual, o bien, no pude salvar a las chicas, y yo entiendo el trauma, vale, pero igual un poco más de estructura y desarrollo más allá de sus tormentos hubiera estado bien. De resto, es el único personaje medianamente hecho, porque los demás no son más que el papel que cumplen dentro de la historia. Y es realmente una pena, porque de otra forma hubiera sido un libro de cinco estrellas, porque los otros aspectos son favorables, hasta el estilo de escritura, que, a pesar de no tener momentos de tensión insostenible, el fluido y lleno de metáforas bellas y/o fascinantes.

Una forma que yo describiría este libro sería parafraseando un pasaje del mismo, en el que se dice que, así como novelas tipo Anna Karenina o Madame Bovary, las doncellas de óxido son mujeres que tienen que enfrentarse a un destino que no es el suyo.

“It was the most beautiful and horrible thing I’d ever seen, watching her become all that she was meant to be.”

Esta vez, será un 4,3 de 5 estrellas ★★★

Hellraiser: el corazón condenado

Considerada la mejor novela de 1986 en el Reino Unido, treinta años después se ha convertido en una obra de culto tras la primera versión cinematográfica que se hizo de ella en 1987.

Clive Barker aborda en sus páginas cuestiones cruciales como el amor y la desesperación, el deseo, la muerte y la sangre mediante metáforas sugerentes, reflejando el hedonismo desenfrenado hasta límites trascendentes. La misión de los demonios llamados «cenobitas» es torturar con placer a los que acceden a ese nivel mediante la manipulación de un cubo cuya resolución da derecho a «tener las sensaciones más intensas». El resultado de la ceguera de quienes buscan el placer de forma vertiginosa, malinterpretando el mensaje de los cenobitas, no es otro que la llegada al mismo infierno.

¿Alguna vez han leído algo con lo que han tenido tantas ganas de que les guste, y el final es tan decepcionante que terminan, sino tristes, bastante molestos? ¿No? Pues yo sí, con este libro.

El punto es el siguiente: existe la película, y eso crea una expectativa. En mi caso, gracioso, porque ni siquiera vi la película, era tan solo la imagen de los cenobitas lo que me creo una idea de lo que me podría encontrar con un libro que no tenía planeado leer, de no ser por el grupo de Goodreads llamado Letras Macabras. Yo propuse El color que cayó del espacio, de H. P. Lovecraft, y no quedó, PERO, la vida sigue, y lo vi como una oportunidad de algo que prometía. Ay de mí.

VAN A HABER SPOILERS A PARTIR DE AQUÍ.

Considero más a El corazón condenado como un relato de amor tóxico que una novela de TERROR en el sentido más estricto de la palabra. Cuenta la historia de Frank, un hombre de veintinueve años que vive por y para el placer: drogas, vicios, dinero, pero, sobre todo, sexo. Este hedonismo lo ha llevado a la inevitable maldad de espíritu, junto al vacío que da cualquier tipo de adicción; es ahí cuando descubre lo que podría ser la salida a sus necesidades: la caja de Lemarchand. Un artefacto, un rompecabezas imposible que, de ser resuelto, puede proveerte todo lo que anhelas, gracias a los hierofantes, sacerdotes, los cenobitas, estos seres de pesadilla que son, en apariencia, imparciales. No son malvados, pero tampoco conocen lo que es la misericordia.

Frank consigue resolverlo, y le pide placer a los cenobitas. Sin embargo, en un giro enfermo de los hechos, termina destrozado, hecho un despojo de lo que alguna vez pudo ser, y atado a una dimensión alterna de su casa. Casa en la que, poco tiempo después, se van a vivir Rory, su hermano, y Julia, la esposa de Rory una mujer insatisfecha con su matrimonio, que no sabe lidiar con su obsesión por el ahora desaparecido Frank. Tuvieron una aventura, para él no fue nada, pero, para ella, significó todo, y cuando una casualidad le da la oportunidad a Frank de volver al mundo de los vivos, burlando las leyes de los cenobitas, y Julia decide ayudarlo, dándole lo único que puede sacarlo de esa pesadilla: sangre.

Uh… En primer lugar, ese argumento, por si solo, no es como que me llame mucho la atención. Por eso, lean bien de que trata un libro antes de leerlo. Y es que, Dios, no. Simplemente, no. Intento, de veras que intento, pero no puedo comprender como es que a alguien le puede gustar un libro tan mal escrito.

Vayamos por partes.

Clive Barker, el autor.

No entiendo que pasó, lo digo porque él escribió el relato en el que está basada una película de terror que me gusta mucho, la versión noventera de Candyman.

En primer lugar, los personajes, no tienen personalidad. Cada uno tiene un rol muy establecido y no se salen de ahí. Frank es el villano más malvado del mundo. Mr. Hyde o Drácula se sonrojarían ante la maldad inefable de Frank Cotton, un sujeto que, a causa de su psicopatía, se vuelve acartonado. Es de esos que ríen a carcajadas mientras te cuentan su plan macabro; por otra parte, su hermano, Rory, es todo lo contrario, un pan de Dios. A parte es el esposo, nada más, el esposo al que engañan, el esposo que sabe que su mujer no lo quiere pero no hace nada para remediar la situación y que, tras del hecho, es incapaz de ver que su mejor amiga, Kirsty, está enamoradísima de él. Y no es como, oye, hay gente que en serio no se da cuenta. Esto va a otro nivel, porque es más que obvio.

Ah, y es que lo que más me enoja es el desarrollo inexistente que tienen los personajes femeninos. Están peor que los masculinos. El resumen es el siguiente: Julia y Kirsty operan en función de los hombres que de las que están obsesionadas. Literal, Kirsty no es más que la enamorada en secreto, bien sufrida, porque no tiene reparos en sacrificar su tiempo, su dignidad, ¿acaso la tiene? , para complacer a Rory en sus problemas conyugales. «¿Necesitas que hable con tu esposa para arreglar tu matrimonio? Cuenta con ello, y después me pondré a llorar, porque soy una mosquita muerta por la que nunca se fijaría un hombre como Rory (y no es como que él pueda ofrecer algo), así que lloraré con amargura porque soy tu mejor opción y no te das cuenta». Incluso, al final, cuando ella tiene un rol protagónico, y debe sacrificar a Frank para salvarse ella misma, no puede abandonar esa dependencia, existe por y para Rory, no hay personalidad más allá de eso. Lo mismo pasa con Julia, la vemos hacer un montón de cosas atroces… únicamente para poder estar con un hombre con el que se acostó una vez… ¿Es en serio? Hay tantas obras de terror increíbles en las que las mujeres tienen un rol importante, y aquí se limitan a un papel, más que secundario, llega a ser ofensivo. No hay forma de conocer a los personajes más allá de su papel, nada de psicología, ni matices, es decepcionante.

Incluso si la historia es interesante (en este caso no me lo pareció, como dije antes), con esas fallas se hace un bodrio. Digamos que el libro tiene cosas interesantes, sí, como la pregunta sobre hasta qué punto puede llegar la necesidad de placer en uno mismo, ¿Cuál es el límite? o, por otro lado, el body horror siempre ha sido algo que me ha interesado, la forma en la que lo que más es tuyo, tu cuerpo, está destruyéndose, degradándose, y uno no puede hacer nada al respecto salvo aceptarlo, eso es brutal, y el libro lo expresa bien, pero no es suficiente, no compensa la terrible creación de personajes, o el hecho de que la forma en la que está escrito haya sido tan difícil de conectar para mí, que llegué al punto de forzarme a leer para terminar un libro tan corto.

Es de esos libros en los que digo, ¿Gané algo leyéndolo? Por lo menos podré despedazarlo en la reunión del club de lectura. Y, por mi parte, se merece 1 estrella de 5 ★★★

Y a ti, ¿Te gustó, o como yo, no te agradó? Espero tus comentarios para hablar al respecto.

Un cuento de enfermera

Kate Snow, narradora de esta novela, es una enfermera –como lo fue la propia autora– contratada para ocuparse de Elinor, la hija pequeña de la familia Carruth, aquejada por una extraña enfermedad mental. Kate intentará desde el primer día entender por qué el joven Robert Steele, amigo de la familia, mantiene un control absoluto sobre todo lo que ocurre en casa de los Carruth. Auténtico laberinto de engaños, misterios y pasiones, con un sorprendente final, esta novela de intriga cuasi policial sobre la maldición de una estirpe, recuerda algunas de las mejores páginas de Wilkie Collins, las hermanas Brontë o Jane Austen. (Extraído de: https://calixtaeditores.com/product/un-cuento-de-enfermera/)

Cuando uno piensa en Louisa May Alcott, la mente siempre acaba yéndose hacia «Mujercitas» y todas las obras que derivan de esta. La cosa es que, en primer lugar, esta obra «cumbre» no le gustaba a su autora, ella la escribió porque le daba ingresos, básicamente, y eso me lleva a el segundo punto, muchas de los otros escritos de Alcott son de misterio, así como esta novela (otros pueden ser «Tras la máscara» o «Un susurro en la oscuridad»); mi sorpresa fue grande cuando vi que la editorial Calixta, nativa de Colombia, decidió sacar una línea de clásicos policiacos con este título en sus filas. 

Confieso que cuando leí la contracubierta pensé que tenía ante mí una novela de terror muy al estilo de «El papel pintado amarillo», de Charlotte Perkins Gilman, es decir, clásico que habla de enfermedades mentales, una trama misteriosa… mis referencias me indicaban una sola cosa. 

Sin embargo, me equivoqué. 

«—Sí, ayúdeme, ámeme, sálveme si puede; ninguna afligida criatura en el mundo la necesita tanto como yo a usted.»

Sí, es una novela de misterio. No se si decir si policiaca como tal, porque no hay un crimen per se, pero hay algo que toca resolver, un secreto de esos impronunciables que tanto le gustaba a los escritores victorianos. Además hay una persona que está loca, sí, inclusive podríamos hablar de ese tropo de la loca del ático, pero la autora le da una vuelta de tuerca a muchos de los temas que ya eran lugar común en la literatura de suspenso en el siglo XIX. 

Portada del libro, a cargo de Calixta Editores.

En primer lugar, tengo que destacar la relación que tienen la protagonista, Kate Snow, y el antagonista, el señor Steele. A ver, por lo general el malo es muy malo (estoy hablando de las novelas del siglo XIX para atrás), bien puede tener sus motivaciones válidas, pero el punto es que mantiene una constante enemistad con el héroe o heroína, esta última más frecuente en la novela gótica. Aquí es diferente. Desde el principio Kate se da cuenta que la influencia que tiene Steele sobre la familia Carruth es nociva, no hizo falta que Elinor se lo advirtiera, pero lo interesante es la dinámica que ambos tienen, porque, más que ser archienemigos, parecen más bien colegas, como mucho rivales amistosos; Steele cree haber dado un paso más adelante que Kate, pero ella, cuando el menos lo espera, lo rebasa en su carrera para conseguir sus objetivos (el de Steele, controlar a los Carruth mediante un secreto que no puede revelar antes de año nuevo, y Kate, proteger a la familia y liberarla de su yugo) y viceversa, se muerden la cola el uno al otro, pero al mismo tiempo se tratan como amigos, como si se jugaran bromas y olvidaran que el asunto es en serio. Esto hace que sea divertido, no la batalla del bien contra el mal de la que ya estamos acostumbrados. Para haber sido publicada en 1865, es refrescante.  

¡Hablemos de Kate! (y de los demás personajes, en general). ¿Qué es una heroína del siglo XIX? Recatada, recta, muy moral, hermosa, sin duda alguna, y, una de dos, y aquí me río por mi queda Jane, o sensatez, o sentimiento. Bueno, Kate es mucho más compleja que esas características. Louisa May Alcott se las arregla para delinear un personaje femenino que tiene las características del hombre de su tiempo sin parecer problemático. Kate Snow es tierna, dulce, no porque su profesión de enfermera lo demande, sino porque se trata de su naturaleza, también trabajadora, pero al mismo tiempo increíblemente inteligente, astuta, que, muy a su pesar, no teme en usar su feminidad para conseguir lo quiere, y con esto no es una antiheroína, como otros ejemplos de la literatura (Scarlett O’Hara, Emma Bovary o Ellen Olenska). Y es que, cuando pienso en una enfermera, o institutriz en la literatura, me imagino a Jane Eyre o Agnes Grey, ambas muy… victorianas, pero Kate tiene más fuerza y es, sin duda, una protagonista más que memorable. 

«Un cuento de enfermera» tiene un limitado abanico de personajes, y los que más destacan son los femeninos; importantes, hay cuatro mujeres, todas distintas la una de la otra. Exceptuando a Kate, están las tres mujeres Carruth, la madre, Elinor, la enferma, y la menor, Amy. A parte, son bastante engañosas, porque uno piensa una cosa, pero luego hay un giro que borra esas impresiones, o quizá no, en otros casos, son ellas, junto con Steele, las que mueven la trama. Pero bueno, algo que sí es cierto es que los Carruth son una familia de mártires. Operan en función a ese secreto que los oprime, y lo llevan como una cruz que hay que cargar dignamente, los dos hermanos, Harry y Augustine, el primero es un libertino y el otro un cura, son más planos, pero igual cumplen su función. En el caso de Steele, aunque más matizado que los anteriores, porque sabemos sus debilidades, fortalezas y motivaciones, sigue siendo un poco de lo mismo, o al menos yo lo sentí así. No sé si sea porque en aquel tiempo una mujer, relegada como estaba a unos roles más que específicos, podía ofrecer más posibilidades en la ficción.

«Diría que usted no tiene sentimientos de no ser porque pone tantos en su música que sería capaz de emocionar hasta a una piedra.»

Por otra parte, la pluma de Louisa May Alcott tiene un buen ritmo, casi en ningún momento sentí pesada la lectura. Se notan ya ese estilo tan agradable que muestra en «Mujercitas», que se publicaría tres años después que esta pequeña novela. Yo tengo muchos sentimientos… raros con la autora, principalmente porque «Aquellas mujercitas» me disgustó a niveles impresionantes, pero no por eso voy a negar que la prosa de ella es, diría yo, muy tierna. Al ser tierna, uno genera un lazo con los personajes con facilidad, lo que es algo bastante difícil en la literatura. 

A diferencia de otras novelas, como «Jane Eyre», principalmente, Louisa May Alcott trata a los enfermos mentales con una dignidad que por su época sorprende. Kate Snow trata con cariño y paciencia a Elinor, quién no parece una desquiciada, tengo que decirlo, e incluso la toma en serio, la ve como una persona, un ser humano que, por la crueldad del destino, requiere un trato más especializado, pero no por eso menos válido. No puedo evitar poner a Alcott por encima de Charlotte Brontë en este aspecto, ya que esta ultima trata a los locos como animales o seres perversos. 

Ay, ¡Odio hablar de los defectos de un libro con muchos méritos! Pero, como todo, esta obra no es perfecta. No tiene muchos fallos, el principal es que hay un melodrama en la historia que es completamente innecesario; las novelas no necesitan romance siempre, y no me cansaré de decirlo, y creo que esta opinión es contraria a lo que otros lectores piensan, PERO ES QUE NO PUEDES METER AMOR EN TODO LO QUE LEES el exceso de melodrama en el libro me dañó la lectura ya cerca del final, en realidad si esto no hubiera estado, habría leído un libro de cinco estrellas. Cosas como el amor, la muerte, ese tipo de cosas, están bien, pero solo cuando la trama lo exige, no cuando uno quiera, porque, de otra forma, se nota lo artificial e innecesario que es. Pero, eh, en serio que es un buen libro. Más allá de ser entretenido o no (es entretenido, los personajes femeninos memorables), tiene mucho que decir, y me parece sentir este tipo de estilos en autoras posteriores como Edith Wharton. Desde hace rato quería leer la obra de misterio de Louisa May Alcott y estoy seguro de que en algún momento volveré a sus páginas. En ese orden de ideas, mi puntuación es 3,9 de 5 ★★★

¿Y a ti que te pareció? ¿Disfrutaste el libro, o no te gustó? Te invito a dejar tus opiniones en los comentarios. 

El duque y yo (Los Bridgerton, 1/8)

Todos parecían divertirse en aquel baile que reunía a lo más selecto de la sociedad londinense. Todos, excepto ellos dos. Daphne, una hermosa joven agobiada por su madre, y Simon, el huraño nuevo duque de Hastings, tenían el mismo problema: la continua presión para que encontraran pareja. Al conocerse, se les ocurrió el plan perfecto: fingir un compromiso que los liberara de más agobios. Pero no sería sencillo, ya que el hermano de Daphne, amigo de Simon, no es fácil de engañar, ni tampoco lo son las avezadas damas de la alta sociedad. Aunque lo que complicará de verdad las cosas será la aparición de un elemento que no estaba previsto en este juego a dos bandas: el amor. (Extraído de: http://www.titania.org/es-es/catalogo/catalogos/ficha-tecnica.html?id=500000435)

Los Bridgerton son una saga de romántica histórica (sí, de esos que tienen parejas semidesnudas en las portadas). Si bien desde su publicación, que comenzó hace veintiún años, fueron novelas bastante populares, con una fanbase muy sólida, no fue sino hasta que tío Netflix, gracias a Dios, decidió adaptar la saga en formato de serie (una excelente adaptación). Bueno, ahora, tras dos décadas, los libros están teniendo un boom gigante, tanto, que me costó un huevo conseguir los nueve libros, que por cierto, fueron reeditados por ediciones Urano con unas bonitas portadas dibujadas. Pero bueno, es impresionante ver como ciertas obras resurgen con tanto esplendor como los Bridgerton, que parecen ser de lo mejorcito del género junto con Lisa Kleypas. En lo personal me atrajo por el anuncio de la serie, por allí en octubre del año pasado, en general porque lo vendían como «el lado más sexy de la regencia», solo me quedé con la palabra regencia, así que, por probar, compré los dos primeros libros. Creo que con ya saber que tengo la saga entera se sobreentiende que opino de los libros… Pero hay que ser justos, si tengo algunas cosas que mencionar.

Cuadro de Daphne, Eloise y Francesca Bridgerton. De la serie de Netflix.

La novela comenzó conmigo con una buena premisa. Allá por los albores de la década de 1780, el duque de Hastings cumple su mayor sueño: tener un heredero, tras años de intentos fallidos. La buena noticia, tiene un hijo varón, ¿la mala? Bueno, su esposa murió en el parto, ¿y la muy, muy mala? Que su hijo, llamado Simon Basset, es tartamudo. El duque decide desconocerlo, porque según él, los Basset tienen que ser perfectos para así honrar el ducado que les dio la corona… Bueno, algo así, el punto es que esto, naturalmente, produce mucho rencor en nuestro protagonista masculino, quién, tras intentar agradar a su padre con numerosos e infructuosos intentos, es rechazado de una forma bastante cruel. A pesar de haber logrado dominar su tartamudez, el duque le recuerda a Simon que para él, el niño es una decepción, por lo cual, Simon decide ser una vergüenza para el nombre de la familia.

Tras tres libros leídos de la saga, me doy cuenta que Julia Quinn hace uso de los prólogos para introducir la problemática principal de la novela. No sé si esto es un problema, viéndolo por el lado de que ella no parece ser capaz de entretejerlo entre el argumento principal, o sí agradecer que sea tan conciso que la lectura se vuelve un paseo muy sencillo. Una de las ventajas que tiene El duque y yo, es que el estilo es muy básico: simplemente se usan dos perspectivas (Simon y Daphne) y un lenguaje de discurso indirecto libre. El vocabulario no es difícil, porque el libro, por más de que se venda como una novela histórica, no tiene dichas pretensiones. Sí, nos quiere contar una historia que transcurre en 1813, pero obvia los hechos históricos, olvida, por ejemplo, las guerras napoleónicas. Solo se le da importancia a la historia de amor. Julia Quinn se desliga por completo de los autores que preceden esa época, tan solo mencionándolos fugazmente o haciendo referencias superficiales. Una de ellas, y la más importante, tanto por el género, como por la época en la que se desarrolla, es Jane Austen. He visto por ahí que se considera una ofensa compararlas, pero es que no hay punto de comparación. La Quinn parafrasea un poco a Orgullo y Prejuicio, o pone a sus personajes a leerla, pero nada más allá, porque esto no es costumbrismo, como Jane sí lo es, o, aunque ambas manejan comedia, es muy distinta entre sí. Eso lo aplaudo, porque quitarse el peso de un autor de encima es muy difícil, por la ansiedad de muchos autores y autoras de emular a los grandes de la literatura. Julia Quinn es humilde en ese aspecto, sabe que nunca podrá conseguir eso, coge por un camino marcado por ella misma. Eso es precisamente lo que la hace tan deliciosa de leer, que uno se quede horas pegado a uno de sus libros, porque uno no está leyendo a la imitadora de Austen o Georgette Heyer, sino a Julia Quinn siendo ella misma.

Simon (Regé Jean-Page) y Daphne (Phoebe Dynevor) en la serie de Netflix.

En cuestión de personajes, la autora es muy parca. La novela muy introductoria, solo dando nombres y personalidades algo desdibujadas. Claro, menos Daphne y Simon, ellos son los que importan aquí. Yo pensaba que los secundarios serían telón de fondo hasta que les tocara su propio libro, pero no, poco a poco uno los va conociendo, eso está bien. Pero bueno, volviendo a la historia de los dos muchachos, es importante mencionar que Simon le ha hecho una promesa a su padre: no se casará, ni tendrá hijos, su venganza es dejar que el ducado de Hastings se extinga, claro, hasta que conoce a Daphne, porque, JAJAJAJAJA, esto es una novela romántica; esto funciona como conflicto porque, a pesar de que ambos se están enamorando, él tiene que ser fiel a su promesa y sus traumas; Daphne, por el otro lado, me agradó en un principio, porque es una mujer que se sale de los clichés del género. Si bien ella desea un poco de independencia, es más en el sentido de que no quiere que la agobien los hombres y los matrimonios, pero sí se quiere casar, y sobre todo, quiere ser madre. No es común ver una protagonista femenina en una obra de romántica histórica que quiere cumplir su rol en la sociedad. Me gusta porque es como un fresco entre tanto cliché.

Eventualmente tendrán que casarse, mediando el escándalo para lograr esto, porque sí, esta saga de libros es erótica. Me da un poco de repelús saber que tendré que leer escenas calientes con personajes que, ahora, son menores, pero cuando toque, estarán en sus veintes, no lo sé, es como raro. Pero bueno, la sexualidad es importante en el libro, por dos razones, y una no es buena, pero me iré por la primera: el nudo de la obra funciona mediante la falta de educación sexual de Daphne, y como ella es engañada por Simon cuando el no deja que ella quede embarazada. El problema, es que cuando ella se entera, VIOLA A SIMON. Va y se aprovecha que el tipo está ebrio, y cuando él le dice que no, ella sigue. Para mí, eso arruinó a Daphne, porque ella en todo el libro argumenta que con el amor que ella le tiene a Simon, él puede superar sus traumas, pero hija, como puedes ser tan hipócrita. No, no, no, todo mal, todo mal con eso, y solo eso tengo que decir. Simon me cayó muy bien, no es casi machista (digo casi, porque igual este es un género literario que depende mucho de los roles de género), es divertido y ciertamente muy resiliente a fin de cuentas, es un amor de hombre, PERO QUE DIABLOS CON DAPHNE. Simon la perdonó, pero yo no puedo perdonarla.

Mi principal queja es esa, porque realmente a mi no me importa la falta de rigor histórico o la estructura que tiene de película romántica de los años 2000, porque en sí mismos son buenos. Los espacios, el esplendor y lujo que Julia Quinn aprovecha por la clase social de los personajes, todo es genial. Yo le daría cuatro de cinco puntos, por el tema de la violación, que después de consultarlo con la almohada, me puso muy bravo. AAAAAUNQUE, sí está recomendado, tiene sus ventajas si se lee sin esperar una obra maestra. El romance es muy dulce y bello, tanto, a fin de cuentas, que uno se pone a suspirar para que ellos terminen siendo felices. Léanlo, y recemos para que Julia Quinn reciba clases de CONSENTIMIENTO.

Relectura: Otra vuelta de tuerca – Henry James

Una joven inglesa llega a una vieja mansión en el campo para encargarse de la educación de un niño y de una niña que han quedado huérfanos. Poco tiempo después de su llegada, descubre que los niños reciben periódicas «visitas» de sus antiguos preceptores, un hombre y una mujer muertos un año atrás. La institutriz, horrorizada, decide hacer lo posible para defender a los niños, cuya custodia se le había encomendado, y trata de interponerse entre ellos y los fantasmas. Con esta historia, aparentemente tan sencilla, Henry James logró realmente el «más difícil todavía»: dar otra vuelta a esa «tuerca» que hay escondida en todo relato de terror. (extraído de: https://www.anayainfantilyjuvenil.com/libro/tus-libros-seleccion/otra-vuelta-de-tuerca-9788420712314/)

¿Henry James?

Henry James nació en Nueva York, en 1843 y murió en el Reino Unido, en el año de 1916. Pese a sus orígenes norteamericanos, considero que su obra tiene tintes más ingleses. Inclusive, durante la Primera Guerra Mundial, en 1915, adoptó la nacionalidad británica; su narrativa, extensa en cualquier aspecto, destaca en obras como «Washington Square», «Las bostonianas», «Otra vuelta de tuerca» y «Los papeles de Aspern». Su obra se caracteriza por una intensa profundidad de personajes (sobre todo femeninos) y la naturaleza humana, así como la exploración de temáticas tales como la psicología y problemáticas sociales, por ejemplo la primera ola del feminismo.

«una visita de índole verdaderamente terrorífica, recibida por un niño que dormía en su cuarto junto a su madre, a la que despertó lleno de horror; y la despertó no para que ella disipase sus temores y lo calmase, ayudándolo a conciliar de nuevo el sueño, sino para que también ella, mientras trataba de tranquilizarlo, tuviese que enfrentarse a la misma visión que lo había aterrorizado.»

Página 7.

«Otra vuelta de tuerca» es una de esas obras que marcaron tan fuerte el ideario popular que incluso hoy, a ciento veintidós años de su publicación, sigue presente en las mentes de la gente: la historia de una institutriz que debe encargarse de cuidar a dos (o uno) niños en una casa señorial alejada de la civilización. El trabajo parece excelente, pero pronto se dará cuenta de que algo más oscuro se cierne sobre ella y sus pupilos. Mil y un adaptaciones se han hecho: «Suspense», en 1961, protagonizada por Deborah Kerr; «El libro de piedra» una película de horror gótico mexicano, en 1969; «The voice from the Stone», una versión más libre, con Emilia Clarke o las dos más recientes: «The haunting of Bly Manor» y «The turning», ambas estrenadas en éste 2020. Nuestros temores, de alguna forma, siguen siendo los mismos que hace décadas, el temor a lo desconocido, y si ese desconocimiento es peligroso para nosotros y quienes amamos.

Este libro es una novela gótica en toda regla, incluso bebe de otras novelas del género, tales como «Los misterios de Udolfo», de Ann Radcliffe (donde se le hace una referencia, más concretamente, en el principio del capítulo 4) y, de forma más sútil, «Jane Eyre», de Charlotte Brontë. Estos espacios lúgubres, cámaras amplias, ocultas, la noches y la desolación de parajes, sumado a la explosión de formas de sentir, relacionadas con el miedo, de los personajes; sin mencionar, claro, el evidente tema de los fantasmas. Con esto, ya tiene sus méritos, pues en un género que aún hoy en día sigue vigente, sigue con una presencia arrolladora: Henry Jame construye espacios perturbadores, las apariciones de los espectros con la institutriz no lo dejan indiferente a uno, pues, en palabras de ella, son humanos, de alguna forma, y solo las personas son las capaces de atormentar a los demás; la figura de un hombre en las almenas de una torre, o la de una mujer pálida vestida de luto, llorando a los pies de una escalera solitaria, esas imágenes, aunque clásicas, reutilizadas en la literatura, Henry James consigue darnos una mala sensación en la nuca cuando las pone en voz de la narradora. Inclusive, con el estilo de presentación (un texto que pasa de mano en mano, con el propósito de dar cierto realismo, como el «basado en hechos reales, de la actualidad), son las mismas estrategias de siempre, en la literatura moderna, pero a él le salen bien paradas, es sorprendente.

Who Dies on The Haunting of Bly Manor? | POPSUGAR Entertainment
La adaptación más reciente es «The haunting of Bly Manor». Se estrenó este mes en la plataforma de Netflix.

Por otra parte, estos juegos con el tema de los niños aterradores, el hecho de que parece que no hay nadie en el mundo, pese a que es una idea errónea, giran a través de las páginas. Sin embargo, sería muy triste quedarse con una sola lectura de «Otra vuelta de tuerca», la de los fantasmas malévolos que buscan asesinar a la pareja de niños que la institutriz debe cuidar. A partir de este momento voy a hablar de SPOILERS que sin duda arruinarían el factor sorpresa a la hora de analizar el libro, quedan avisados.

Quizá una de las cosas que inmortalizó «Otra vuelta de tuerca» es lo que hay detrás de lo que parece ser. La institutriz, la voz narrativa, es una narradora engañosa, esto es lo más importante. Con un autor como Henry James, un personaje que parece saberlo todo, saber cuando actuar, con un dominio de la situación en momentos semejantes como la posesión de una casa, es, cuanto menos, sospechoso; el asunto está en ciertos detalles dispersos en la novela que pasan desapercibidos en un primer instante pero cuando se sabe lo que se sabe, uno los recuerda como estrellas en una noche completamente oscura. La respuesta simple es la siguiente: la profesora está loca, es una enferma mental que, en uno de sus delirios, cree que hay espíritus en Bly , el nombre de la casa, que atormentan a sus niños: Miles y Flora. Pero vamos a desarrollar esta idea.

Dejando de lado los momentos en que es obvio que solo la institutriz puede ver fantasmas, hay que analizar este personaje. Una mujer, ella misma dice que cuando sucedió esta historia tenía tan solo veinte años, que no conocía nada del mundo, al punto de quedarse maravillada por los lujos de Bly; es hija de un párroco en la Inglaterra de (supongo yo, dados los indicios que da el libro, ignorando que se publicó en 1898) principios de los 1800. Esto, por si solo, representa una presión de el ojo público sobre los hijos de un clérigo, de los que más se espera un pecado, pero del que menos se perdona. Pensemos también, ¿Qué clase de educación recibió ella? La represión sexual es evidente, cuando se enamora de su empleador nada más verlo, o al imaginarse casada con el pequeño Miles. Por otro lado, se nota que es una ávida lectora, por lo que tiene una mente impresionable que junto al ambiente que se desenvuelve y ciertas cartas inquietantes cuyo contenido nunca se nos es revelado (es probable que contenga información sobre los antiguos cuidadores, los que se suponen fantasmas en la mente de ella), salvo una, la expulsión de Miles del colegio, son el caldo de cultivo para una mente con propensión al desquicio. Ahí está el otro terror, imaginar a unos niños en manos de una persona paranoica, enferma mental, que es un peligro para la sociedad (esto se confirma cuando, al final, posiblemente asesina a Miles sin darse cuenta). Ellos dos solos contra esa institutriz, habiendo ella ganado la confianza del ama de llaves, analfabeta y supersticiosa, con sus fantasías; imaginar este terror que ella tiene cuando los niños empiezan a temerle, al ver que los está perdiendo y sus intentos de recuperar esa confianza y cariño solo producen más pavor.

«Está visto que todos los caminos llevan a Roma, y había ocasiones en que podríamos habernos sorprendido al comprobar que todos los temas de estudio y de conversación rozaban lo prohibido. Y lo prohibido era todo lo relacionado con el regreso de los muertos en general o, más concretamente, con lo que pudiera haber sobrevivido en la memoria de los niños acerca de aquellos amigos que habían perdido.»

Página 106.

¿Por qué no? Un romance trágico se puede hallar aquí: el de la señorita Jessel, la antigua institutriz y Peter Quint, el ayudante de cámara. Ambos son los fantasmas que atormentan a la institutriz. Se le dice que ambos mantenían relaciones ilícitas, una inmoralidad de la que Flora y Miles fueron testigos, pero entonces Quint tuvo un accidente, fruto de una borrachera, en los caminos. Después miss Jessel abandona a los niños y muere en sospechosas circunstancias (se sugiere un embarazo por fuera del matrimonio y un suicidio o aborto fallido); pero la narradora, sin contar que constantemente nos engaña, proviene de un contexto puritano y religioso, por lo que es natural que trastocara los hechos en algo muchísimo peor. Como dije, ¿Por qué no? ¿Por qué no pensar que Jessel y Quint se amaban en realidad, pero con el punto de vista de la institutriz, esto se pervirtiera? Tal como dije, son muchas las lecturas que se le pueden hacer a «Otra vuelta de tuerca» y estas fueron algunas que me llamaron la atención durante esta relectura que, en comparación con la del 2016, fue más fructífera.

Lo último que me queda por destacar es la excelente edición con la que me topé, con Anaya editorial, que, aunque claramente es escolar, el texto es íntegro y al comparar con el original pude ver que la traducción es bastante fiel al inglés, sin contar con pies de página, un prólogo crítico y un apéndice hecho por la escritora Ana Isabel Conejo que explica esta otra lectura a modo de una narración preciosa que a uno le toca el corazón; a diferencia de la primera vez, acá le pongo cinco estrellitas.

«-Nunca, en aquellos meses, vi nada fuera de lo normal -replicó Flora Ransom con lenta deliberación-; todo lo que vi fue la peligrosa escalada hacia la locura de una mente enferma.»

Página 193, Ana Isabel Conejo.

Sí te ha gustado la reseña, comenta para saber que opinas del libro, y sígueme para ver que estoy subiendo en estos días ❤

Recomendaciones por entregas: cuentos escalofriantes.

La virtud de las novelas de terror que están bien construidas es el poder mantener la tensión durante una cantidad razonable de páginas, capítulos etc. A la posteridad han pasado joyas como «Frankenstein o el moderno Prometeo», «La maldición de Hill House» o «Drácula»; sin embargo, otro género que consigue ponerse como imprescindible en el terror (sobre todo ahora, que estamos en octubre) es el del cuento. Cuentistas famosos de terror hay conocidos y excelentes: Edgar Allan Poe y H. P. Lovecraft son un vivo ejemplo de esto; así como extender la tensión y el miedo en una obra de más de cien páginas es difícil, condensar algo tan complejo como este sentimiento en una cantidad reducida es un logro igual de importante. Por eso quiero hacer una lista de 4 cuentos que me gustaron bastante, de terror, góticos, y que pueden leer uno a la semana durante todo octubre, ya que estamos apenas a comienzo de mes🤭.

1. El almohadón de plumas, Horacio Quiroga.

«La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal impresión de palacio encantado.»

Alicia y Jordán se casaron hace poco. La luna de miel ha pasado y han dado comienzo a la vida marital que los acompañará el resto de su vida. Pero de un momento a otro Alicia cae enferma por lo que, al principio, es un simple resfriado. Poco a poco la vida de la joven se va drenando al tiempo que se queda postrada en cama sin que su esposo, desesperado, pueda hacer algo al respecto o siquiera saber que es lo que está pasando; con un ambiente gótico, misterioso y lúgubre, hizo que me quedara pensando y pensando la historia mientras trataba de hacer mis tareas diarias, siempre con un mal sabor de boca, una sensación de inquietud. Los acordes de un instrumento que no se han querido afinar, pero de algún modo no lastiman al oído.

Puedes leerlo aquí: https://www.literatura.us/quiroga/plumas.html

2. La resucitada, Emilia Pardo Bazán.

«-De donde tú has vuelto no se vuelve…»

Dorotea de Guevara fue víctima de un mal común de su tiempo: la catalepsia. Ha despertado en el panteón de su familia con una mortaja sobre su cuerpo, pero no entiende que ha pasado pues solo recuerda un desvanecimiento, así que se levanta como puede y tan solo con su túnica va a la casa donde solía vivir para horror de los que antaño eran sus seres queridos, quienes no puede creer que ella haya vuelto de la tumba…

Como cuento inquietante funciona muy bien. El estilo se me antoja macabro, súper siniestro con pocas palabras pero que transmite muy bien esta soledad tan característica de los muertos.

Aquí lo puedes encontrar: https://ciudadseva.com/texto/la-resucitada/

3. The demon lover, Elizabeth Bowen.

Durante la Segunda Guerra mundial, en los bombardeos a Londres, la señora Drover vuelve a su casa en la ciudad para recoger algunos objetos y así volver a la casa de campo. Sin avisarle al cuidador que llegaría, se topa con una inquietante carta que la devuelve a su juventud, a los finales de la Gran Guerra, y a una promesa que le hizo a un amor perdido, que ahora vuelve para hacer cumplir aquel pacto, pese a que ella ya ha rehecho su vida.

««Querida Kathleen:» No habrás olvidado que hoy es nuestro aniversario, y el día que acordamos. Los años han pasado lenta y rápidamente. En vista de que nada ha cambiado, tengo confianza en que habrás mantenido tu promesa. Me apenó el hecho de que dejaras Londres, pero me satisfacía saber que estarás de vuelta a tiempo. Debes esperarme, por tanto, a la hora convenida. Hasta entonces, «K.»

Con un tinte evidentemente fantasmagórico, el cuento se construye sobre el misterio del recuerdo de esa promesa que atormenta a la protagonista, que genera una paranoia ante el asedia del amante fantasma hasta el punto de confundir la realidad con sus más profundos terrores.

Aquí puedes leerlo: http://elespejogotico.blogspot.com/2011/12/la-amante-del-demonio-elizabeth-bowen.html

4. Miriam, Truman Capote.

«—Solo hay ropa, ¿por qué?

—Porque he venido a vivir con usted —dijo Miriam, doblando el rabillo de una cereza—. ¡Qué amable, me ha comprado cerezas!

—¡Eso no puede ser! Vete, por el amor de Dios, ¡vete y déjame en paz!»

La señora Miller, una anciana viuda, decide ir un día al cine, sin saber que se toparía con una niña de cabellos blancos llamada Miriam, igual que ella. Sin embargo esto no queda solo en la casualidad: Miriam empieza a visitarla en la noche, quedándose en contra de la voluntad de la señora Miller, al punto de atormentarla y enfermarla. La niña, con la crueldad propia de los pequeños, destruye la paz de la señora Miller con su mera existencia, como un mal agüero que pronostica la desgracia.

Nunca había leído algo sobre los doppelgänger a parte de «El doctor Jekyll y mr Hyde», hace muchos años. El cuento incomoda de sobre manera, Miriam es perturbadora y desearías que no estuviera ahí. Me gustó mucho que Truman Capote maneja la tensión con altos y bajos, hay momentos de descanso que siempre se ven rotos por la aparición de Miriam, que semeja mucho a una de esas muñecas inquietante que las abuelas tienen en vitrinas.

Si quieres leerlo, puedes encontrarlo en: https://ciudadseva.com/texto/miriam/

¡Espero que te haya gustado esta recomendación por entregas! Si decides leer alguno o todos los cuentos no dudes en hacermelo saber, darle me gusta a esta entrada y seguirme UwU

Wrap Up de agosto y septiembre (Christie, Nabokov, Enríquez y Springer)

Yo pensaba que el hecho de estar encerrado en mi casa, sin gastar el tiempo de moverme por la ciudad o acostarme temprano para la universidad me ayudaría a leer con más ganas, pero ha sido todo lo contrario, me he sentido extremadamente desmotivado y poco es lo que he leído más allá de tres libros de Austen y otros cuatro de los que quiero hablar acá como por no dejarlos caer en el olvido porque igual me gustaron (algunos más que otros) y está bonito hablar de mis lecturas de una forma más general y menos minuciosa cuando de la obra no ha mucho que yo pueda (o quiera) decir.

Cada lectura de Jane Austen merece una reseña individual, pero en el caso de estos cuatro libros algo más extenso no es muy meritorio que digamos (a parte de que me consume más tiempo 7.7), pero bueno, para no extenderlo más y tampoco dejar de pasar estos libros, allá vamos:

El tren de las 4:50, Agatha Christie.

Elspeth Macgillicuddy se despierta durante su viaje de tren en el momento justo que le permite atestiguar un asesinato en el ferrocarril que pasa frente a su ventanilla. Sin embargo, las autoridades, a falta de cadáver, descartan las declaraciones de la mujer, por lo que acude a su vieja amiga, Jane Marple, una solterona de aficiones detectivescas, para no dejar este caso impune.

«Los trenes tienen algo eminentemente anónimo.»

Página 45.

Para mí, cualquier lectura de Agatha Christie es una lectura ligera que fácilmente puede sacarme de un bloqueo lector. Este fue el caso, pues devoré esta novela tras leer con mucho dolor «Anna Karenina»; considero que Miss Marple es, en una opinión muy impopular, mucho mejor detective que Poirot, porque en el fondo él es la versión de Christie de Sherlock y no me gusta nada su personalidad, mientras que Marple es mucho más carismática y los crímenes los resuelve como mejor, porque no es ella sola, sino junto con algunos personajes que le colaboran.

En todo caso, El tren de las 4:50, como muchos de los libros de Agatha Christie, es una novela de personajes, bastante sencilla con la típica lista de sospechosos que son básicamente todos. Acá ella juega mucho con la cabeza de uno como lector y nos engaña bastante con quien o cual, pero lo feo es que al final, aunque es muy inesperado, no lo es de la mejor forma porque todo es como muy sacado de la manga y aunque tiene sentido no te dan las pistas para ir descubriendo el caso tu solo, que es algo maravilloso en la novela policiaca, solo por eso me disgustó mucho y le puse 4/5 estrellas en goodreads. Pero, dejando de lado ese problema, es muy buena obra, no creo que la mejor, aunque sí para pasar un buen rato en el sillón.

Lolita, Vladimir Nabokov.

Acá conocemos a Humbert Humbert, un profesor de literatura con tendencia a la melancolía que tiene una caracterísitica «especial»: siente una incontrolable atracción hacia lo que el llama «Nínfulas», niñas preadolescentes, de máximo catorce años. Es entonces cuando, en un viaje a los Estados Unidos, conoce a la familia de los Haze, una madre con su hija de doce años, Dolores, a la cual el protagonista comienza a llamar «Lolita». En Humbert nace una obsesión hacia Dolores, al punto de conseguir volverse su padrastro y único titular para hacer de ella a su antojo mientras juntos atraviesan un largo viaje alrededor de todo el país en auto; aunque, más allá del argumento, la novela es conocida por su polémica al tratar temas tales como la pedofilia y el abuso infantil.

«Ese era uno de los motivos por los cuales procuraba mantenerme lo más lejos posible de la gente, mientras Lo, por su lado, ponía todo su empeño en incluir en su órbita a la mayor cantidad imaginable de potenciales testigos presenciales.»

Página 202.

A mí no me gusta Lolita. O bueno, al menos es una relación de amor y odio. Yo, como todos, leí este libro por el puro y simple morbo que rodea como un halo a «Lolita». Soy muy consciente de que esta obra tiene mucha tela que cortar, muchas interpretaciones, análisis, etc. Pero la verdad, no voy a forzar mi mente en algo que la mayor parte del tiempo me produjo mucho malestar, al punto de querer llorar por la frustración; para leer Lolita uno tiene que, de cierta forma, quitarse de encima los prejuicios y la moral. NO PARA JUSTIFICAR A HUMBERT, válgame Dios, pero sí para poder apreciar un poco más al libro porque es cierto que, al menos en su forma, es una preciosidad, pues Nabokov consigue hacer que la calidad del estilo se sostenga por si solo sin necesidad de mirar al contenido que ya es muy escabroso. Es una melodía de muerte hermosamente ejecutada. Si tuviera que comparar Lolita, en su forma, con algo, sería con el soundtrack de su adaptación de 1997, hecho por el recientemente fallecido Ennio Morricone, porque es hermosa, desgarradora y que llega al corazón; las dos cosas más destacables, más allá de la pluma de su autor, son, uno, la forma en la que el sin necesidad de hacerlo consigue que empaticemos con el depredador que es Humbert pero también nos deja claro bajo ciertos medios escondidos que esto es algo terrible (como la cita que puse arribe) y también el retrato de los Estados Unidos. Ese país a mi no me gusta nada, pero las descripciones, espacios, ambientes, todo era como una película multicolor de tonos cálidos (irónico, ¿no?) que ocurría en cámara lenta, porque acá el estilo de este hombre es leeeento y soporífero, como esas canciones de Cenicienta, la peli de Disney de 1950.

Sin embargo las virtudes, para mi, no fueron suficientes para opacar lo horrible. No considero esto un libro imprescindible, sí un clásico, pero para estómagos fuertes. 2.5/5 estrellitas.

Las cosas que perdimos en el fuego, Mariana Enríquez.

«Las cosas que perdimos en el fuego» es una antología de terror. Son doce cuentos en los que se abarcan temas como las enfermedades mentales, los feminicidios, así mismo el movimiento feminista, el horror cósmico propio de H. P. Lovecraft y la cultura popular argentina, todo esto en, salvo una ocasión, la boca de las mujeres, la forma de sentir el mundo que ellas tienen y de la misma forma percibir los diferentes matices del terror.

«A lo mejor tenía que mudarme. A lo mejor, como me había dicho, tenía una fijación con la casa porque me permitía vivir aislada, porque ahí no me visitaba nadie, porque estaba deprimida y me inventaba historias románticas sobre un barrio que, la verdad, era una mierda, una mierda.»

Página 23.

Cuando comenzó todo esto de la pandemia, Anagrama junto a otras editoriales lanzaron para descarga gratuita algunos títulos de forma temporal. «Las cosas que perdimos en el fuego» fue uno de ellos, así que lo descargué en mi celular para leerlo mientras estaba fuera de casa (pocas veces) pero terminé en mi cama a medianoche asustadísimo con el teléfono en las manos mientras leía 😣; como dije, son doce cuentos, cada uno toca temas distintos pero en mayor o menor medida consiguen poner los pelos de punta. Mariana Enríquez toca mucho lo que es la cultura argentina (lo que me encanta, es un país RE lindo) así como en algunas ocasiones toma casos de la vida real para sus cuentos, como uno donde adapta el caso de Ramoncito, un crímen a un niño con tintes satánicos, o el del asesino en serie infantil conocido como el «Petiso orejudo» (el único cuento protagonizado por un hombre), casos que van absorbiendo la vida de sus personajes hasta obsesionarlos de formas enfermizas, porque todos los que envuelven este libro los reúne el tema de la depresión que sufren, crisis que bien pueden hacerlos alucinar eventos, tener paranoias, visiones terroríficas que no necesariamente son producto de la imaginación.

Por otra parte, están muy marcadas las influencias de Mariana Enríquez, especialmente con H. P. Lovecraft con obras como «La sombra sobre Insmouth». También creo que hay mucho goticismo en su prosa, maneja espacios oscuros, la noche, la soledad, el terror a lo desconocido y en el último cuento, aquel que le da nombre a la antología, la ciencia ficción feminista, con un mundo en el que, en una forma enfermiza de protesta, las mujeres se queman sus cuerpos ante la ola de feminicidios en Argentina.

Las referencias de «Las cosas que perdimos en el fuego» son excelentes, reflejando el contenido de sus páginas, yo le doy 5/5 estrellitas (por ahora es de lo mejor que he leído en el año), y recomiendo mucho su lectura, sobre todo ahora que comienza octubre💀👻.

El caso del marqués desaparecido (Enola Holmes #1), Nancy Springer.

La hermana menor de Sherlock y Mycroft Holmes, Enola, tiene tan solo catorce años. Es escandalosamente menor que sus dos hermanos y vive sola con su madre en una modesta mansión de campo, ambas libres, sin las ataduras de las convenciones sociales de la Inglaterra victoriana. Sin embargo, todo cambia cuando el día del cumpleaños de Enola, su madre desaparece sin dejar rastro, y la chica tendrá que pedir ayuda a sus hermanos, sin sospechar siquiera que ellos pretenden cortarle las alas y meterla a un internado; así pues, en una huida en pos de su independencia, al mismo tiempo que a la pista de su madre, Enola se verá enredada en la desaparición de un marqués de doce años, sin sospechar que la vida de ambos puede estar en un gran riesgo.

«Es de dominio público que los caballos sudan y los hombres transpiran, mientras que las damas brillan. Estoy segura de que yo también brillaba.»

Página 106.

Leí Enola Holmes #1 porque el trailer de la película de Netflix, con Millie Bobby Brown, Henry Cavill y Helena Bonham Carter me cautivó. Ese estilo tan despreocupado pero al mismo tiempo de época pero claramente para un público joven me dejó sin habla, así que fui corriendo a comprarme el libro (carísimo, por cierto😱). Yo desde el principio supe que esto es middle grade, quizá un poquito más que eso, pero yo ya me olía una novela sencilla y fresca, cosa que la autora me cumplió muy bien; no hay mucho que decir de este libro, quizá lo más importante es que me pareció muy bueno: Sherlock Holmes, un tema, un personaje tan quemado, que no hay muchas formas de ir innovando pero pues inventarse un personaje como Enola y crear toda una historia A PARTE de la del célebre detective, sin caer en el error de hacer una mini Sherlock no puede pasar desapercibido, es un punto para Nancy Springer que no vamos a ignorar.

Es una saga de 6 libros. 6 LIBROS. Yo no leo sagas desde los dieciséis años y ahora tengo veinte, imagínate lo desacostumbrado que estoy, me he vuelto muy de zona de confort y la comodidad que dan las obras auto conclusivas, así que una saga como que me intimida, siendo muy sincero😩, pero siento que gracias a Enola tengo ese empujón para volver a este mundo de esperar libro tras libro, acostumbrarme a los personajes, etc. Ya me anoté algunas, como releer los orígenes de Cazadores de sombras (los únicos que, en mi opinión valen la pena de los mil y un libros de esa serie), la saga de los Bridgerton por Julia Quinn o Pídeme lo que quieras, la verdad que me emociona mucho esta, digamos, vuelta a algo olvidado.

«El caso del marqués desaparecido» es como un soplo de viento en un día caluroso, es decir, un alivio. Es un libro introductorio (supongo que Nancy Springer habrá firmado un contrato por una cantidad determinada de libros) para meternos en este universo y sus personajes, que nos acompañarán por otros cinco títulos, así que todo va muy al grano, el misterio del marqués no es un gran misterio, mientras que el de la madre (que si es crucial) es el que sostendrá toda la saga. Por otro lado, el girl power que tiene la obra es de agradecer por la temática y contexto, con estos manifiestos en contra de los corsés, los vestidos, polisones, etc. que se vuelven cómicos cuando Enola tiene que adaptarse a este mundo de la moda femenina; si a uno le gustan los libros infantiles o juveniles, está súper bien, también los misterios son para que los resuelvas tú con la protagonista (al final hay una solución a cada enigma) y eso ayuda mucho a, como sentir más empatía y saber que de alguna forma uno hacer parte de la historia; a este también le di 5/5 estrellas, sobre todo por ese disfrute tan grande. Ya tengo comprados el dos y el tres, mientras espero que los demás lleguen a mi país.

Espero que este intento de wrap up te haya gustado tanto como a mi me gustó escribirlo🤭, te invito a que escribas cuales son los últimos libros que has leído y cuales esperas leer en lo que queda del año. Nos leemos, hasta la próxima😋.

Relectura: La abadía de Northanger – Jane Austen

La vida de la joven Catherine Morland (miembro de la numerosa familia de un modesto clérigo rural) discurre apaciblemente en la campiña inglesa, donde se entrega con pasión a su distracción favorita: leer novelas de género gótico, llenas de pasadizos ocultos, mazmorras y misterios. Una invitación en la vida real, sin embargo, la lleva a la ciudad de Bath, donde ella y su hermano James establecerán relaciones con los Thorpe, ambiciosos y manipuladores, y los Tinley, vástagos de una distinguida familia cuya hacienda, que ostenta el pintoresco nombre de «abadía de Northanger», despierta en Catherine las más escalofriantes y deliciosas expectativas. (extraído de: https://www.alianzaeditorial.es/libro/bibliotecas-de-autor/la-abadia-de-northanger-jane-austen-9788491816102/)

A todo esto, ¿Quién es Jane Austen?

Del único «retrato» de Jane Austen derivan todas sus otras representaciones. Esta es una de ellas, de este grabado pronto data de la época victoriana, pero no estoy seguro.

Antes diría que no era necesaria una presentación de esta maravillosa mujer, pero creo que ahora sí lo es en este blog, no solo porque es mi autora preferida, sino porque quiero darle especial atención en lo que resta del año y probablemente los inicios del siguiente; lo esencial es que Jane Austen nació en 1775, en el pueblo de Steventon, Inglaterra, y murió en Winchester en el año de 1817. Es autora de seis novelas largas (Sense and Sensibility; Pride and Prejudice; Mansfield Park; Emma; Northanger Abbey y Persuasion). Así mismo escribió una novela epistolar llamada Lady Susan, dos obras inacabadas (Los Watson y Sanditon), innumerables cartas que actualmente no existen y un compilado de relatos juveniles llamados Amor y Amistad; igualmente, se la conoce por un estilo muy suyo que es diferente al de cualquier otro autor, con una sutil ironía y comedia que se ha ganado tanto admiradores como detractores, pero actualmente no se puede negar la calidad de su contenido, así como la crítica social, el cuestionamiento de la posición de la mujer en la época georgiana (y la posterior, la victoriana 7.7) y como la injusticia monetaria las perjudicaba. Podría decirse, de una forma u otra, que tiene tintes de un feminismo temprano.

«Nadie que hubiese visto a Catherine Morland durante su infancia habría supuesto jamás que hubiera nacido para ser una heroína.»

Página 9 de Alianza editorial.

Jane Austen, en 1803, vende una novela llamada «Susan» a un librero a precio de diez libras esterlinas para ser publicado en las fechas siguientes. Sin embargo, jamás se publicó. Jane escribió una carta exigiendo una acción inmediata bajo la firma M.A.D (ah, la hermosa ironía de mi Jane) o tomaría cartas en el asunto, pero le fue advertido que, mientras no pagara las diez libras del pago, no podría hacer uso de su manuscrito; no fue sino más de una década más tarde cuando, ya siendo autora de Pride and Prejudice y Sense and Sensibility (y posiblemente Mansfield Park) recupera «Susan», haciéndole saber al editor el libro de quién se negó a publicar.

Le cambió el nombre a la protagonista por Catherine. La novela se quedó en el gabinete bajo llave que Jane tenía en Chawton haciendo compañía brevemente a Emma y luego a Persuasión y en sus últimos días a lo que hoy se conoce como Sanditon; tras su muerte, en 1818, se autoriza la publicación de dos obras póstumas: su último libro escrito y completado, Persuasión, y «Susan», ahora bajo el nombre de «La abadía de Northanger». Quedó, de alguna forma, conocida como «la obra menor» de Austen, de pronto porque desde el principio quedó claro que era ya un libro de época al transcurrir casi veinte años antes de su publicación, además de saberse que era su obra temprana. Nada más alejado de la realidad, pues desde el principio uno se da cuenta que quién escribe Northanger Abbey ya es la autora de los clásicos que hoy conocemos. Orgullo y Prejuicio y Sensatez y Sentimiento fueron escritos en sus primeras versiones de forma paralela. Yo digo que considerar este libro como de menor calidad solo por lo temprano de su composición es una necedad.

Adaptación de 2007, hecha por la BBC.

«Que insulten los críticos todo lo que quieran a tales derroches de la imaginación y hablen de cada nueva novela en el tono manido que tanto vemos en la prensa acusándola de ser una bazofia, pero defendámonos entre nosotros, pues los novelistas somos un gremio agraviado.»

Página 41.

La abadía de Northanger es la novela más literaria de Jane Austen. Pareciera que ella misma quiere burlarse del género de la novela por medio de su protagonista, Catherine Morland. Quién ha leído tantas novelas de miedo que se convirtió en una suerte de don Quijote inglés, algo así como «La mujer quijote», de Charlotte Lennox. Esta es la carta de presentación de La abadía de Northanger: una adolescente que ha leído tanta novela gótica que cree que su propia vida es como uno de estos libros, lo que, naturalmente, se presta para divertidas confusiones que rasgan este velo de misterio y terror. Pero no, en varias ocasiones Jane reivindica el género de la novela, uno que, no hasta la época victoriana, se consideró algo de mujeres y poca o nula calidad literaria. Ella defiende su campo de acción sabiendo el valor que el mismo tiene, compartiendo épocas con novelistas de la talla de Sir Walter Scott (quien, de forma anónima, elogió mucho a Jane) o Ann Radcliffe, la representante de la novela gótica. También nos da unas recomendaciones literarias que si yo supiera inglés devoraría, una lista de novelas escalofriantes que por sus títulos parecieran inventadas pero no (las citaré en este paréntesis: Los Misterios de Udolfo, El Italiano, El castillo de Wolfenbatch, Clermont, La advertencia misteriosa, El nigromante de la Selva Negra, La campana de medianoche, La huérfana del Rin y Misterios horribles.); no sobra decir que si uno ha leído la obra de Ann Radcliffe, leer Northanger Abbey es un gozo diferente porque entiendes muchas cosas de las que hablan los personajes, sobre todo con Los Misterios de Udolfo con su misterio del velo negro, que es todo un trauma XD (la reseña de Los Misterios de Udolfo puedes encontrarla aquí).

Otra cosita que nunca he visto mencionarse en las reseñas de este libro es el crecimiento de personaje que tiene Catherine a lo largo de la historia. O sea, siempre es la niña tonta, manipulable y, como mucha gente a los diecisiete años, sin una personalidad definida. Digamos que es esto lo que la pone en las situaciones que la pone, peeeeero ¡ella madura mucho en el libro! Lo que Catherine vive es lo normal para un adolescente, tiene malas amistades, como los hermanos John e Isabella Thorpe, el uno un manipulador y la otra una trepadora sin escrúpulos (que vale, que el matrimonio era muy importante en esa época, pero Jane Austen siempre ha condenado esa conducta en las mujeres de sus libros), va formando un criterio muy claro, muy con los valores del estilo Austen que no es justo ignorar, porque muchos dicen los defectos de Catherine pero desde el principio sus virtudes son mucho mayores, desde su inocencia que indefectiblemente la lleva a obrar bien hasta la madurez que adquiere al final, sus buenas relaciones, los buenos consejos de las personas que realmente la quieren nutren su carácter; por otro lado están sus relaciones con la otra cara de la moneda, los hermanos Tilney, las buenas influencias, pues Eleanor es la amiga ideal, bondadosa y prudente, junto a un Henry (el interés amoroso 7u7), que es un joven clérigo algo sarcástico pero dulce y comprensivo, es con él que sucede el malentendido más importante del libro que sucita una de las citas más famosas:

«Mi querida señorita Morland, ¿a qué clase de ideas ha estado usted dando pábulo?»

Página 258.
Película también de la BBC, pero de los años 80.

Also, estaría cometiendo una grave injusticia con la obra si dejara de lado el tema de los espacios en los que se mueven los personajes. Desde el no lugar que representa Bath: la ciudad social por excelencia que ya en la década de 1790 estaba en una notoria decadencia. Esta, junto con Persuasión, son los dos libros de Bath, pero no es un lugar emocionante como podría serlo para un vacacionante, pues se muestra como una blancura frívola, monótona, el tedio de caminar por Camden Place o Pulteney Street. En La abadía de Northanger, es Bath el centro de entretenimiento, sí, pero también donde nacen las intrigas que irán complicando el destino de la protagonista, mientras que la abadía como tal ofrece en principio otro desencanto al no ser un castillo en ruinas como Catherine esperaría pero luego se presta a un ambiente sombrío que satisface por momentos la curiosidad de la chica, para al final representar la ira del padre de los Tilney (North (norte), Anger (ira) que expulsa a Catherine por su falta de medios económicos junto a unos comentarios muy malintencionados por parte de John Thorpe; Catherine sufre el destino de una joven casadera de clase media alta, el tener que viajar de un lugar al otro con el propósito de asegurar una posición social mediante el matrimonio, pasar de la casa de los padres a del marido, es la inestabilidad a la que estaba sometida la mujer en calidad de simple complemento del hombre, sin saber a ciencia cierto si será feliz o no pero tampoco con la posibilidad de retractarse; Jane Austen no es sinónimo de unas descripciones muy elaboradas pero consigue transmitir muy bien los sentimiento acorde a los personajes y el ambiente del lugar, puede ser lo atestado y caliente de un salón de baile en Bath donde no hay asientos disponibles o la habitación de Henry Tilney, desordenada, con ropa y libros tirados que dejan ver la natural despreocupación de un joven de veinticuatro años. Jane es súper atemporal, puede ser el siglo XIX pero en el fondo, son los mismos problemas y necesidades del XXI.

En general, recuperé el aprecio por «La abadía de Northanger» a un nivel que no veía posible al tener el juicio viciado por estos prejuicios (que es chistoso hablar de prejuicio con Jane Austen pero equis). No le pondría cinco estrellas por dos razones: la introducción a la llegada a la abadía se torna densa y un poco monótona, y el final pues, digamos que pedirle a Austen un poco más de romance es pedirle peras al olmo, pero hubiera estado bien un poquito más de sentimiento porque me asusté mucho cuando pensé que tendría una relación a lo Edith Wharton (el trauma persiste), pero supo medio arreglar las cosas finalmente. Está super bien para comenzar el camino para ser un austenita junto con Orgullo y Prejuicio. Son como la carta de presentación de Jane, a mi parecer. De todos modos, me gocé mucho este libro, me reí bastante y lo amé como amo todas las obras de mi queridísima autora favorita, me gustó mucho y Jane tiene estas vibras de tranquilidad y felicidad que nunca pasan desapercibidas. No hay nada más bonito que las reconciliaciones, en especial si es con libros ❤.

Mi calificación es: 4/5 puntos.

«La persona, ya sea dama o caballero, a la que no agrade una buena novela, ha de ser estúpida hasta los límites de lo soportable.»

Página 136.

Sería lindo que le dieras me gusta y comentaras tus opiniones del libro, con Jane Austen siembre hay mil y un cosas que comentar entre todos ☺

La Inquilina de Wildfell Hall – Anne Brontë

The Tenant Of Wildfell Hall

En un pequeño pueblo inglés, donde nada raro pasa y sus habitantes viven apaciblemente, serán sorprendidos por la llegada de una misteriosa viuda con su hijo, quienes se instalan en la ruinosa mansión de Wildfell Hall; en cuanto llegan despertarán la atención del joven Gilbert, quién, sorprendido ante el misterio, misantropía y radicales opiniones de la dama, entrará tanto a su vida que vivirá con ella su tormentoso pasado: una denuncia a la violencia e hipocresía inglesa. 

 

¿Anne Brontë? 

Anne, la menor de las tres hermanas Brontë, es la más desconocida de este trío literario que sacudió la sociedad victoriana de la primera mitad del siglo XIX. Si bien Jane Eyre Anne Brontë(Charlotte Brontë) o Cumbres Borrascosas (Emily Brontë) hacen parte del imaginario de la literatura inglesa, Anne tiene no poco méritos para estar en el mismo lugar que sus hermanas; su narrativa no es gótica, intensa y romántica como es la de sus dos hermanas, siendo que se caracteriza por un disonante realismo que escandalizó a la sociedad inglesa de su momento.

Anne Brontë nació en 1820, vive una vida en el páramo (al igual que Charlotte y Emily); estudia en un internado, se convierte en institutriz para familias adineradas. Sin embargo abandona esta ocupación ante su inconformismo con la burguesía y los hacendados; muere en 1849, de tuberculosis, al igual que el resto de su familia, la maldición de los Brontë, y con su muerte se pierden sus obras (Agnes Grey, publicada en 1847, y La Inquilina de Wildfell Hall, 1848), quizá en parte por el esfuerzo de Charlotte Brontë por opacar su transgresora pluma, pero como un fénix, renace y en la actualidad va recuperando el papel que desde siempre mereció tener.

«-Pero usted afirma que la virtud solo se pone al descubierto con la tentación; y usted piensa que una mujer no debe ser expuesta en absoluto a la tentación, ni informada a lo más mínimo sobre el vicio o cualquier cosa relacionada con él.»

La Inquilina de Wildfell Hall, como muchas novelas de su tiempo (por ejemplo, Jane Eyre) simula una estructura de biografía/novela epistolar, es decir, un compendio de cartas que hacen de excusa para poder contar una historia que juega con el límite de la realidad y la ficción. Así pues, la novela es una anécdota que le cuenta un maduro Gilbert Markham a su amigo Hatford sobre un curioso suceso que ocurrió en su juventud, veinte años antes, en 1827: al pueblo donde vivían llega una madre viuda con su pequeño, ocupando una parte del ruinoso caserón llamado Wildfell Hall.

Desde que supe de esta novela tuve una ansiedad muy grande de leerla, pero no fue hasta hace un par de años que logré conseguir una edición decente. A propósito de la cuarentena que vivimos, y tras leer a Charlotte con su novela estrella, me acerqué por fin a este mamotreto de seiscientas páginas y ciento sesenta y dos años de edad, he de admitir, con muchas expectativas, pues las hermanas Brontë, para mí, son calidad, y este libro en específico es la obra maestra de su autora.

Como dije antes, Anne Brontë no es una escritora gótica; aunque comparte características como una vieja y gran edificación, o la falacia patética (una frontispiece_TNWcorrespondencia entre la naturaleza y los sentimientos de los personajes), esta obra es más que nada realismo y costumbrismo, con el típico manejo del tiempo de la literatura de su época (grandes pasos de tiempo en pocas páginas) donde entra, como un cuerpo extraño, la ruptura de la cotidianidad con la forma de una mujer que oculta su pasado, víctima de murmuraciones que ni de lejos se acercan a la terrible verdad de su historia.

Tenemos personajes carismáticos como Gilbert Markham, un joven veinteañero sin filtros, apasionado e inconforme, que vive una vida que aceptó por una promesa a su padre; este hombre es un ser contradictorio, que no hace ningún esfuerzo por agradar al lector pero que conforme avanza la obra lo hace, una vez que da cuenta de la realidad de Helen Graham (la viuda) y se enamora de ella; por otra parte, Helen es un personaje oscuro, deprimido y profundamente religioso que se presenta como una mujer huraña, obsesiva con su aversión por las bebidas alcohólicas despierta las suspicacias de sus vecinos, que llegan a acusarla de no ser una viuda, sino una madre soltera sumida en la ignominia. Es en realidad víctima de un pasado manchado por la violencia, tanto psicológica como de género, que la obliga a escapar de una vida de opulencia, pero insoportable para ella y su hijo.

Esta novela es lo que hoy en día podría considerarse como obra feminista, pese a que sería anacrónico darle este término: Anne Brontë sobrepone el bienestar de la mujer a sus deberes como esposa, cuestiona el mundo donde los padres tienen que casar a sus hijas con hombres ricos, sin importar si son buenas o malas personas, pero al mismo tiempo recalcando que el amor no es lo único que se necesita para casarse ventajosamente; algo de Wildfell Hall que me encantó es que, al igual que su hermana Charlottë, Anne habla de un independencia femenina, pero no con la enseñanza, sino con el arte, pues Helen Graham consigue mantenerse a ella, a su hijo y su criada y amiga, Rachel, pintando cuadros y vendiéndolos en Londres. Es la primera vez que veo en una obra clásica que una mujer viva del arte, lo cual tiene mucho méritos para una novela escrita en 1848 y en una sociedad tan hostigante con los roles de género como la Inglaterra victoriana, me gusta ver este libro como una bofetada a la moral victoriana, que ante cuestiones como las que plasma Wildfell Hall, eran ciegos y sordos.

Aunque la novela tiene virtudes muy notorias, es transgresora y, al tener temas que a día de hoy siguen ocurriendo, se convierte en necesaria, La Inquilina de Wildfell Hall no está exenta de defectos: los personajes principales están muy construido, pero los demás que giran en torno a ellos son muy articulados/acartonados. Los que sirven como villanos, en una medida u otra Anne Brontë los presenta como malos malosos, sin una pizca de bondad en ellos, castigándolos al final de una forma… muy moralista, demasiado para mi gusto. La novela tiene una fuerte carga religiosa, pero me quejo de esto porque nutre la trama, la autora no es fanática y cada acotación a las escrituras me parece bonita y correcta, el problema, como dije, es el moralismo con el que castiga a los villanos. Por parte del antagonista principal, es interesante ver como se da su caída a la inmoralidad, pero llega a un punto en el que no sabes porque es así, solo es perverso y ya, no hay razones justificables para su comportamiento, es exageradamente malo.

«-En absoluto: mi corazón está demasiado seco para fallar tan pronto y tengo intención de vivir tanto como pueda.»

El final, gracias a Dios, es bonito y satisfactorio: esto me da mucho placer porque Edith Wharton me dejó un tanto traumatizado con esos desenlaces de La Edad de la Inocencia y La Casa de la Alegría.

Pese a los errores que comenté, me gustó mucho este libro, no tanto como Cumbres Borrascosas, pero mucho más que Jane Eyre. La prosa de Anne Brontë es bastante de acuerdo a su tiempo, es fácil de leer, muy agradable y descriptiva; está muy claro que La Inquilina de Wildfell Hall es la obra maestra de Anne, supera con creces a Agnes Grey (reseña aquí). La edad casi no se le nota al libro, si bien un poco por el formato epistolar, uno que ya no se usa casi, el defecto pasa desapercibido.

El libro ha superado mis expectativas, aunque por los fallos ya dichos le doy:

4/5 puntos.