2024 #4: El libro de los secretos vivientes – Madeleine Roux

Qué raro haber llegado tan lejos, conocer por fin a su heroína y descubrirla tan ruin y superficial… Era como aterrizar en Pemberley y que Elizabeth Bennet resultara ser una Barbie con mirada de pez y aversión a los libros.

Adelle y Connie son dispares, la primera, interesada en las artes ocultas, la literatura gótica y los romances imposibles, mientras que la otra es una deportista de primera con grandes aspiraciones una vez acabe el colegio. Sin embargo, a ambas las une la pasión por los libros, en especial «Moira», misteriosa novela rosa acerca de un amor dispar en el Boston del siglo XIX. Es imposible localizar a Robin Amery, la autora, y nadie más que ellas, y el señor Straven, dueño de un anticuario, parece saber dobrde su existencia; es entonces cuando Straven les propone un trato, puede introducirlas en la historia, pero, cuando las dos entran, nada está bien. El mundo parece haber sido devorado por un horror incomprensible, que poco a poco devora a los personajes. Entonces, las dos amigas tienen que descubrir que pasa, cómo arreglarlo y poder volver a su casa antes de que todo sea demasiado tarde.

Imagen generada por IA (Inteligencia Artificial) que ilustra el ambiente del libro.

¡Qué vivan los audiolibros! La portada bonita fue una cosa, el argumento otra, pero al escucharlo en Storytel, con un narrador que hizo tan gran trabajo, Madeleine Roux me enamoró por completo. Es una historia bastante juvenil, se nota desde la introducción de los personajes hasta el estilo, una virtud, en efecto, porque la pluma de la autora es sencilla en tanto que es ágil, emocionante y secilla de entender. No por ello dejan de ser llamativas las descripciones, la autora crea un mundo del revés del ideal victoriano que sus protagonistas idealizan antes de infiltrarse en «Moira» . Podría decirse que esto es una mezcla entre Los Bridgerton y H. P. Lovecraft, así que están los vestidos, las fiestas, desmayos, todo minuciosamente retratado, pero también hay criaturas con tentáculos que emergen del océano y se comunican con Adelle y Connie de una forma RE ominosa.

Por eso la trama es bastante interesante, una propuesta diferente cuando pensamos que esto de «entré en mi novela favorita» es algo que ya se está haciendo, sobre todo en las industrias del entretenimiento coreanas y japonesas. Pero aquí es «entré a mi novela favorita y mis actos tienen consecuencias» (de hecho es bastante gracioso como ellas se van dando cuenta de que están cambiando la trama por OBVIAS razones). Me gusta pensar, también, que «El libro de los secretos vivientes» tiene reminiscencias a «In the mouth of madness» de Carpenter, una suerte de juego con la literatura que se mezcla con la realidad de la mano con toda la mitología Lovecraftiana (que Madeleine Roux supo entender, adaptándola de forma accesible para su público). Igual, mis quejas aquí tienen que ver con la trama, sucede que quería más, más intervención de los personajes, un final explicativo, queda ambiguo y que hay momentos donde no parece que vayamos a ninguna parte. Osea, sí, pasan un montón de cosas, pero te quedas con la pregunta de ¿y esto que tiene que ver con la explicación de lo que pasa? Iba por la mitad y no tenía ni una pista de lo que pudiera estar ocurriendo. Eso fue desagradable porque me encantó este libro, pude sentir real interés por todo lo que estaba por acontecer, lo emocionante que fue todo.

A menos que Robin Amery nunca le hubiera entendido lo más mínimo… Había creado un mundo hermoso, pero lo bueno de ese mundo estaba en los pequeños detalles que había descartado, los personajes que se volvían maravillosos por su cuenta.

La autora tuvo tanta razón con la cita anterior… ¿Por qué? Supongo, porque así me huele, que es una estrategia conocida. «Moira», el libro del que están prendadas Adelle y Connie, narra la historia de amor de Moira Byrne, aristocrata bostoniana y Severin Sylvain, un pintor pobre, resultando en un tórrido romance que desafía las normas sociales. En la nueva versión de pesadilla de Moira esto se desbarata, es un «no conozcas a tus héroes» que, pasan a segundo plano, volviéndose insufribles y siniestros. Los carácteres de la novela que tienen importancia son los menospreciados en el texto original, Orla, la mejor amiga de Moira; Caid, uno de sus pretendientes y Missisipi, una ladrona con su banda, conocida como «Los Rodadores». Adelle y Connie no conocen a quienes querían, sino a los que necesitaban conocer para poder crecer y llevar a cabo esto que se llama «el camino del héroe». Es un abanico de personas interesantísimos de los que, por desgracia, hubiera querido conocer mucho más.

Por otra parte, las dos protagonistas son maravillosas. Me enamoré de ellas por igual, de sus deseos, miedos y esperanzas. Soy muy fan de leer más amistades en la literatura juvenil y menos romance que, al respecto, no abunda, gracias a Dios. Hay, un poco, lo suficiente para preparar el desarrollo de Adelle y Connie (me gusta que hay un enfoque LGBTQ+ en estas sub-tramas a los que se les dio una importancia correcta, era necesario tocar ese tema y Madeleine Roux es generosa en ello).

Me quedé con una gran sensación. Como dije, no quería que se acabara el libro, necesitaba más y despedirme de este mundo, historia y personajes me dio un poco duro porque los quería mucho. Por eso siempre tendrán un lugar en mi corazón. (No niego que me gustaría una secuela, juju) Estoy abierto a leer más de Madeleine Roux, que demostró ser una escritora que he de tener en cuenta.

2024 #3: En resumen, una vida maravillosa – Nell Stevens

Algo inesperado, inimaginable. Una sensación de cosquilleo. Un vuelco en el estómago, un hervor en la sangre, una falta de respiración, una sacudida con un nudo en la garganta que reconocí, en aquel mismo momento, como el primer paso tambaleante hacia el enamoramiento.

Me enamoro, p. 18.

Blanca ha muerto. Más concretamente, en 1473, cuando contaba 14 años de edad, en la cartuja de Valldemossa, Mallorca. Desde entonces su travieso fantasma ha convivido (y atormentado) con los monjes durante siglos; ciudado de lo que queda de su familia a lo largo de las generaciones y, en la medida de sus posibilidades, experiementando las mil posibilidades que la eternidad le provee; sin embargo, en invierno de 1838, llegan unos forasteros que la impresionan: se trata de Fréderic Chopin, George Sand y sus hijos, un grupo de gente que no se atiene a las normbas sociales y, por esta razón, provocan una violenta animadversión por parte de los mallorquinos. Blanca se ha enamorado de la indomable George Sand, así se involucra con la familia, aunque ellos no la vean, y busca comprenderlos a todos, mientras ella misma examina su pasado, su vida y lo que la llevó a convertirse en un fantasma.

Mi corazón, o, mejor dicho, el lugar en el que había tenido el corazón cuando estaba viva, alzó el vuelo.

Me enamoro, p. 23.

Con un argumento tan mucho muy interesante, quedé súper impresionado cuando lo tuve en mis manos en una librería. Lo compré y se quedó ahí un par de meses hasta que cogí la voluntad de leer la novela, no podía permitir que se convirtiera en un arrimado «algún día leeré» de mi estantería; George Sand me parece una personalidad muy interesante, de hecho leí algo de ella en el pasado, «Indiana o las pasiones de Madame Delmare» y tengo a la espera «Invierno en Mallorca» (la novela que estoy reseñando y esta que acabo de mencionar abarcan la misma etapa). También estoy esperando a que me paguen para comprar L’Orco. Ahora, queriendo conocer más de su vida, teniendo en cuenta de que a mi me estaban prometiendo una mezcla entre romance, novela histórica y cuento de fantasmas, pues me embarqué en el camino de «En resumen, una vida maravillosa».

Lo primero que puedo decir de una vez, es que estamos hablando de un buen libro, no solo en lo entretenido o vendible que pueda llegar a ser, mucho menos en lo material (la portada es preciosísima y Urano es una editorial maravillosa en ello), sino que es un libro que busca contarte más que solo el argumento. Me da mucho gusto cuando me encuentro con este tipo de literatura porque tengo la oportunidad de volver a leer como cuando estaba en la carrera de letras, hilando filo hasta poder aprovecharlo todo en la obra.

Cuadro de George Sand y Fréderic Chopin por un autor anónimo. Está hecho con base a unos cuadros individuales a manos de Delacroix.

Lo que en principio puede ser un defecto, en este libro no lo siento así: es una obra lenta, el ritmo va con calma y, dado que la protagonista es muy de dar monólogos y caer en el flujo de consciencia. En primer lugar, porque que un libro sea lento no significa que sea malo, y en segundo lugar, porque la tiempo y espacio para abordar mucho. Me topé de buenas a primeras que Nell Stevens tiene un gran interés con la corporalidad: describe harto lo que son procesos del cuerpo como la comida, defecar, vomitar, menstruar, etc. Así como el deseo sexual, las reacciones físicas durante el sexo, las fantasías, esas cosas extrañas que le gustan a las personas. De la mano con esto, abunda la enfermedad, la tuberculosis de Chopin, la muerte de Blanca, y de ahí se agarra para profundizar. Al principio me chocó… no en un mal sentido, sino que no estoy acostumbrado a ello, pero mientras más uno lo piensa más sentido tiene. Blanca es un personaje bastante interesante, gracioso y llamativo, está constantemente horny hacia las mujeres, en especial hacia George… ¡Claro que ella está obsesionada con ver como funcionamos los humanos! No tiene cuerpo, lo perdió a una edad muy temprana, hubo mil y un eventos que no pudo experimentar. Por decirlo de alguna forma, la gente es su principal fuente de entretenimiento, lo que la convierte en una cotilla (cosa que amo), pero al mismo tiempo el cuerpo es una experiencia traumática para Blanca, su muerte, lo cual es un spoiler importante, viene muy involucrada a esto y no es posible hablar de lo uno sin tocar lo otro.

Por otra parte, en estos flujos de consciencia que tiene Blanca, también hay momentos en los que ella se adentra en la mente de los vivos, por lo que podemos viajar a sus pasados: adentrarnos en sus emociones, en una familia que en un primer vistazo se ve unida, pero que poco a poco las grietas que la quebrantan salen a la luz. La autora creó un abanico de personajes humanos, tienen unos anhelos y sufrimientos tan reales que te duelen, los sientes, por ejemplo que a uno lo carcoman los pensamientos intrusivos, el egoísmo del amor, sufrir cuando reconoces que tu madre no te ama, la desconexión emocional con los hijos, entre muchas otras complejidades del alma humana, que mientras más lo piensas, y el libro lo recalca de una forma espectacular, es algo maravilloso. Su título «En resumen, una vida maravillosa» puede parecer extraño al principio porque si bien tiene sus momentos graciosos, el estilo de la autora, los hechos y lo demás muestran una novela muy triste. Sin embargo, ante la perspectiva de ser un espíritu, cualquier vida llega a ser preciosa, vivir es practicamente un milagro, la cantidad de oportunidades y hechos que puedan acontecer son cosas inadvertidas en el remolino del vivir.

Lo escucha tocar y trata de aprenderse la melodía de memoria. Nocturno, op. 27, n.° 2 en re bemol mayor: vibrante y triste, notas que se mueven como la gravilla bajo los pies en un camino escarpado. La sorpresa discordante del la natural que parece ser un error al principio hasta que mantiene su presencia y se gana su lugar en la composición. Aleteos de ornamentación que se tocan de forma lenta y deliberada: susurros añadidos y urgentes. Piensa: lo recordaré. […] Soy el la natural en el re bemol mayor de Chopin.

George Recuerda, p. 300.

Quiero mencionar también la relación íntima entre la vida y el arte. Nell Stevens es una maestra describiendo los efectos que tiene el arte en el alma humana, también como Blanca interactua, por ejemplo, con la música de Chopin, es poesía pura lo que esta mujer plasma en las páginas. Además hace una de las relaciones más acertadas, la vida + el arte, como, para algunas personas, un vida sin el arte es invivible, es una necesidad básica. El recordatorio que no solo basta con saciar lo del cuerpo, sino lo del alma con igual importancia.

En resumen, fue un constante disfrute para mí. Me regalé la oportunidad de disfrutar tan notable novela. No sé hasta que punto puedo aprender históricamente de ella, claro, pero con todas las virtudes que tienen, ello pasa un poco a un segundo plano. La recomiendo muchísimo, exige paciencia, sí, pero merece la pena. En todo caso, si tengo que hablar de defectos del libro, solo mencionaría dos: el primero es que de alguna forma me vendieron la idea de que tendría un enfoque sáfico que me interesaba mucho pero, si bien algo ahí hay, claro, no es explotado con suficiencia. El asunto de que Blanca esté enamorada de George, y que ella se sienta atraída a mujeres después de muerta le doy una explicación más que Sand le recuerda, o le impone mucho la vida, cosa que ella busca, y pues uno muerto se desprende de cualquier gusto específico; por otra parte, el final de la novela es muy apresurado. Me llevaron con muchas sensaciones, enfoques, miradas, etc. A lo largo de 320 páginas, pero la autora lo resuelve tan de afán que lo único que puedo pensar es que no sabía como acabarlo.

Pero, bah, soldado advertido no muere en guerra, y me gustó muuuuuucho. Lo recomiendo mil y un veces, me parece de esos libros que a uno le tocan resto la fibra sensible, lo ponen a uno a pensar y se quedan ahí pululando en la mente durante mucho tiempo.

2024 #2: Rosina o la prisión del castillo de Chagres – Juan José Nieto Gil

Hasta la calma, que en tierra es el símbolo de la paz y el reposo, en el mar es tan tremenda como todo lo que le pertenece.

Carta 1.

«Rosina o la prisión del castillo de Chagres» es una de las novelas del escritor colombiano Juan José Nieto Gil, quien, al mismo tiempo, fue único presidente afrodescendiente de Colombia, a medidados del siglo XIX, cuando el país, en una de sus muchas crisis, estaba en un constante requiebro por las diferencias políticas; Nieto Gil fue autor de otras obras como «Ingermina» o «Los Moriscos, y en «Rosina» (1852) toca temas comunes en su producción literaria e intelectual: la lucha por los derechos del ser humano, buscar un estado que no esté centralizado o la justicia.

Pintura al óleo de Juan José Nieto Gil

Ahora bien, lo cierto es que yo sabía de este presidente (por medios autodidáctas, ya que esta figura histórica no se suele enseñar en las escuelas colombianas, sin duda una pena), aunque más que nada como una suerte de curiosidad, si cabe decirlo: «¿sabías que Colombia tuvo un presidente afro durante seis meses en el siglo XIX?». En todo caso, descubrí a la editorial independiente Filomena Edita durante una feria editorial en Bogotá en diciembre de 2023. Ellos tienen en su catálogo la presente obra y «Los moriscos», y yo, que siempre he sentido una viva atracción a todo lo que va del siglo XVIII a comienzos del XX opté por este título, queriendo (y así como manifiestan los editores en el interesantísimo y completo prólogo) conocer más del patrimonio literario de mi país.

«Rosina», como tal, narra la historia de Clementina de Remón, que viaja de Cádiz con su padre, militar, y su hermano pequeño a la prisión del Castillo de Chagres, lo que hoy corresponde a Panamá, durante la década de 1770. La novela es epistolar, y narra el intercambio de cartas entre ella y su mejor amiga, Elisa de Sandoval, quien vive en La Habana; ahora bien, la existencia en Chagres resulta pesada para Clementina, al ser un ambiente nocivo física y espiritualmente. No obstante, conoce a la hija de uno de los prisioneros, Rosina de Soulendar, doncella dotada de las mejores virtudes a las que una chica de su época ha de aspirar. Esta amistad, junto a la correspondencia entre las dos viejas amigas, narrará un ir y venir de los dramas internos en la prisión, las injusticias humanas y los variables sentimientos de los corazones humanos.

En primer lugar, este detalle de que fuera una novela epistolar, muy al estilo de la narrativa durante el siglo XVIII me gustó mucho. Me recordó a «Las amistades peligrosas» o «Evelina». Si bien es cierto que para la época de su publicación, ya a mediados del siglo XIX, ya habían otras métodos de contar un relato, funciona con naturalidad. Aquí el autor hace algo diferente, te deja en claro que esto es una obra de ficción a pesar de las cartas, un conducto para expresar todo lo que tiene que decir (no por nada, él mismo estuvo prisionero en el castillo de San Lorenzo de Chagres). Por otra parte, da una sensación de intimidad que facilita la simpatía con los personajes.

Al respecto es curioso, o al menos así me ocurrió, que sentí una gran conexión con Elisa, Clementina y Rosina (al punto que no entiendo por qué la novela se llama Rosina, hubiera preferido algo así como Las mujeres de Chagres, por ejemplo, porque todas tienen su importancia en cierta medida). Sus requiebros me dolieron, así como gocé con sus alegrías; el detalle es que, al mismo tiempo, el autor tiene ciertas opiniones sobre lo que debe ser la mujer y la feminidad que me sacaron por completo de contexto, se inscribe el discurso en la diégesis de un modo tan impostado que las protagonistas se transforman en marionetas. Creo que ese es el único defecto del que adolece la obra.

Yo no sé cómo hay hombres que prefiriendo ser temidos; renuncian al placer de ser amados.

Carta 4.

Nieto Gil se pregunta constantemente acerca de la humanidad, la capacidad que tenemos de la misericordia y la justicia. El castillo de Chagres es una especie de avatar de todo lo contrario. Entre sus paredes la tiranía habita, atormentando a los reos o ennegreciendo sus corazones con la peor maldad. No es sino hasta que Clementina con su familia llegan que se empieza a instaurar algo de bondad; se plantea la necesidad de repensar la forma en que se castiga a las personas que delinquen, si acaso no hay castigos que son demasiado duros, junto a la crítica de las fuerzas de poder que no hacen sino empeorar la calidad de vida humana a causa de la desidia o torturas.

Es importante agregar que esta es la primera vez que se publica la novela desde hace más de 160 años. ¿Por qué ocurrió esto? El prólogo (y yo estoy de acuerdo con eso) manifiesta que el origen de su autor, sin mencionar que se publicó en un periódico que no pertenecía a la capital de Colombia lo sumieron en el olvido durante tanto tiempo. Otros autores contempóraneos como Soledad Acosta o Jorge Isaacs han trascendido precisamente por este hecho, ya que Colombia ha sido un país con la tendencia de centrar el poder y la cultura en sus ciudades con más presencia; pensando en este hecho, me gustó que la narrativa está muy pendiente, mediante un estilo romántico de estética elegante, de cómo es la vida en lo que hoy conocemos como la costa colombiana. Las tradiciones, arquitectura, costumbres, etc, se informan con lujo de detalle, aprovechando que tenemos una narradora extranjera, quien, al mismo tiempo, lo absorbe todo con vivo interés. Fue agradable ver ese «oye, acá también es importante, no todo es Santa Fe de Bogotá». Eso me dio mucho que pensar, es decir, la forma en la que el centro piensa de las periferias, recordando cuando leí «Una holandesa en América» de Soledad Acosta (libro notable, muy recomendado), ya que Lucía, su protagonista, hace una parada en Santa Marta describiendo la ciudad con sumo desagrado, despreciando a los habitantes negros y su calor infernal, mientras que, como ya he dicho antes, Clementina está atraída por lo que ve en la misma ciudad y otras de la zona.

«Rosina, o la prisión del castillo de Chagres» resultó ser una lectura muy agradable, en la que pude aprender, reflexionar y disfrutar a partes iguales. Al mismo tiempo me da gusto de la labor de recuperación que hizo la editorial con esta novela, que está acompañada con unas ilustraciones muy bonitas que hacen del libro no solo una pieza de lectura importante. De acuerdo a mi experiencia, veo muy probable que en el futuro vuelva a acercarme a Juan José Nieto Gil con alguna de sus otras novelas.

«Rosina o la prisión del castillo de Chagres».

2024 #1: Donde se enseñará a ser feliz y otros escritos – Clarice Lispector

«Pero en el momento de decir adiós a la Ciudad sabrán por fin que realmente se les daba tanto a cambio de algo. Brasil, América, el Mundo necesitan niños felices. Ellas ríen. Creen. Aman. Las jovenes sabrán, entonces, que se espera de ellas que cumplan con el serio deber de ser felices.»

Donde se enseñará a ser feliz.

Clarice Lispector es una de las escritoras más importantes de la literatura latinoamericana del siglo XX. Quizá invisible a causa de no haber sido incluida dentro del fenómeno editorial «Boom Latinoamericano» (como el resto de mujeres autoras), la importancia de su pluma brilla por encima de todo, es una mujer que persiste por la magia de su «no-estilo» entre las estanterías de muchos lectores; en todo caso, yo conocí a Clarice durante 2022, un año decisivo en mi vida. En aquel momento yo era un estudiante de Literatura, y, a pesar de conocerla de nombre, nunca había leído algo suyo. Adentrarme en su mundo, porque fue medio año en el que consumí mucha de su bibliografía, resultó en un golpe en el estómago que me dejó sin aliento: ¿que era aquello? ¿cómo es posible que alguien pueda escribir de esta forma? Volví a tener una sensación ya olvidada como lector, esta mujer, ochenta años más vieja que yo, que vivió en otro contexto, otro mundo, me hablaba a mí, conectaba su corazón con el mío. De esa forma quedé obsesionado con ella. Clarice Lispector se convirtió en mi escritora favorita.

Quise terminar 2023 con algo suyo, y, al tiempo, comenzar el nuevo año a su lado. Poder dedicarle tiempo, otra vez, a algo que fuera más allá de los cuentos sueltos que escuchaba camino al trabajo para calmar los nervios. Donde se enseñará a ser feliz y otros escritos podría considerarse una curiosidad. Se trata de un compilado de textos de Lispectos, un par de cuentos por aquí, crónicas por allá, algún ensayo, conversaciones, opiniones y entrevistas. Múltiples facetas que, junto a unos textos introductorios, nos permiten conocer otras facetas de Clarice más allá de la novelista o cuentista.

«Señor, cóncedeme la gracia de pecar. […] Esta vela que he sido, encendida en Tu nombre, ha estado siempre encendida en la luz y no he visto nada. […] Tu violento cielo:»

La pecadora quemada y los ángeles armoniosos.

Así como dice la presentación de este libro, «Clarice Lispector siempre reconoció el fragmento, la anotación dispersa, el fondo de cajón como parte esencial e indisociable de su producción literaria», no solo a causa de su proceso literario, que conoceremos sobre todo en la entrevista que corresponde a la parte final del libro, sino que conforme vemos estos retazos literarios de diversas éatapas de la vida de la autora es posible acercarse más al humano, alejarse un poco de la figura mítica de la escritora. O, por lo menos, acomapañarla, metafóricamente, en ese camino serpenteante que la transformó en lo que fue, por lo que la conocemos. Y he de confesar que eso fue lo que más disfruté de esta lectura, porque pude volver a acercarme a textos como «El triunfo», «Cartas a Hermengardo» o «El huevo y la gallina» (a pesar de que nunca he sido capaz de apreciarlo en su totalidad), pero también descubrí la maravilla de las crónicas tempranas «Donde se enseñará a ser feliz» y «Una visita a la casa de los expósitos».

Así como ya se ha mencionado en otros medios, Clarice, a diferencia de otros autores, es. En el primer relato publicado, «El triunfo», o «Cerca del corazón salvaje» se ve a la misma Clarice de «La pasión según G. H.», por ejemplo y, claro, matizando debidamente esta afirmación. El caso es que se nos permite apreciar esto aquí. Están presentes sus tópicos habituales, tales como la instrospección, su característico flujo de conciencia o el fracaso del lenguaje, pero también la constante pregunta por la vida, la búsqueda de la esperanza junto a la transformación interior, la forma en la que las pasiones se manifiestan por medio de las transgresiones, un profundo amor humano y el poder sobrenatural que ofrecen las cosas más esenciales como que «me parece completamente mágico el hecho de que una oscura y seca simiente contenga en sí una planta verde brillante». De la misma forma, este libro es heterogéneo en tanto a que el estilo de escritura, esa forma tan particular de sintaxis que maneja las composiciones lispectorianas, ya que tenemos la posibilidad de leer su pluma más compleja, como la más profunda (aunque casi siempre van de la mano), así como la sencilla o conmovedora.

Sin embargo, lo que yo más valoré de esta lectura fue conocer y reconocer a Clarice en cada página. Precisamente era ello lo que más necesitaba, volver a ella, no solo a lo que su literatura me hace sentir, sino como puedo interactuar con su propia humanidad. Por ejemplo, gocé tanto «Conversaciones con P.» al ser recopilaciones de charlas que tenía con sus hijos, es decir, disfrutar eso tan íntimo, que no fue pensado para el mundo, entre otras cosas. Aquello me pareció invaluable y, como es usual, todo este libro dejó mi ser renovado, si se quiere.

«—Mamá, estoy triste.

— ¿Por qué?

—Porque es de noche y te quiero.»

Conversaciones con P.

El despertar

Ambientada en Nueva Orléans y la costa meridional de Luisiana a finales del siglo XIX, la trama gira en torno a Edna Pontellier y su lucha por reconciliar sus puntos de vista, que se alejan cada vez con más fuerza, de la ortodoxia sobre la feminidad y la maternidad con las actitudes sociales prevalentes del Sur en el cambio de siglo. Es una de las primeras novelas estadounidenses que se centra en temas de la mujer sin condescendencia. Considerada a menudo como la Madame Bovary criolla, la protagonista, Edna Pontellier, es una mujer burguesa que entra en crisis al poner en duda el papel del matrimonio y la maternidad, manifiesta abiertamente su deseo sexual y decide romper con toda la seguridad que le otorga su privilegiado estatus social. (extraído: https://calixtaeditores.com/product/el-despertar/)

«Toda la vida había estado acostumbrada a albergar pensamientos y emociones que nunca se expresaban. Nunca se habían asumido tantos forcejeos. Le pertenecían, eran suyos; estaba convencida de tener derecho a ellos y de que no concernían a nadie, excepto a ella.»

Página 89.

Aviso, como siempre, el análisis tendrá spoilers de la obra.

Kate Chopin es esa clase de autoras que tienen cierto reconocimiento en el mundo anglosajón, pero aún falta mucho por lograr en los países hispanohablantes (al menos Latinoamérica, que yo sepa), y resulta francamente fascinante. Así como Emilia Pardo Bazán con su Insolación, El despertar ofrece una nueva visión del feminismo del siglo XIX/comienzos del XX que no se tiene muy en cuenta. Ya se planteó, gracias a mujeres tan importantes como Mary Wollstonecraft, a la mujer como sujeto intelectual y político, pero esta clase de autoras como Chopin, requieren un reconocimiento en otros aspectos, como la mujer como sujeto que busca su propia realización o su placer sexual.

Ilustración interior.

No me gusta esa clase de comparaciones, más todavía porque estamos comparando a una escritora con escritores hombres, y es evidente que la percepción del mundo es diferente. Aunque en un principio pueda parecer que el argumento y protagonista de El despertar pueda parecer similar a Madame Bovary, por ejemplo, nada más alejado de la realidad, pues solo se hace la comparativa por simplismo, ya que ambas obras comparten el tropo del adulterio.

Vale, sí, el adulterio está, pero no es, ni de lejos, a lo que va libro. No, es necesario aproximarse al título, entonces, El despertar, es la progresiva toma de consciencia de su protagonista, Edna Pontellier, acerca de su lugar en la sociedad, de qué forma quiere vivir, y las formas en las que ama, o más bien, debería amar. Además es un leeeento despertar (en relación con la cantidad de páginas, me refiero), ya que las primeras cien páginas del libro corresponden esto mismo, y cuando esta etapa (lo que corresponde a la estadía en Grand Isle) termina, apenas vamos en la mitad del proceso; es quizá esto un defecto de la obra, hay ocasiones en los que el ritmo decae, aunque sí es de esos libros en los que no pasa nada pero al mismo tiempo pasa todo, me parece que la autora peca de aburrida en ciertas partes que podrían agilizarse más porque la lectura llega a volverse complicada, tampoco ayuda el la prosa, descriptiva, a veces preciosista y sensual, que no está mal, pero con un ritmo lento se hace difícil. Ah, pero cuando superamos la parte de Grand Isle esto se reduce considerablemente, porque, digamos, es cuando el libro coge carrerita; creo que esto es porque Kate Chopin era esencialmente una cuentista, y eran relatos cortos, entonces me pregunto si es que le costó un poco trasladarse a algo más estructurado como una novela (aunque desconozco como será su otra novela, El error de Teresa).

«El instinto la había impulsado a dejar de lado la generosidad de su marido al haberse desprendido de su lealtad. No sabía qué sucedería cuando él volviera. Tendría que haber un acuerdo, una explicación. Ella sentía que las condiciones se ajustarían por sí mismas, pero, sin importar lo que pasara, había decidido no volver a pertenecer a nadie más que a sí misma.»

Página 144.

Mme. Bovary o Anna Karenina entienden la infidelidad de sus protagonistas de unas formas muy específicas. Además, ellas terminan siendo condenadas, de alguna forma, por sus actos. Desde Anna por ser egoísta ante la idea de nación que plantea Tolstoi de Rusia ante otros países europeos (recordar la decadencia del viejo continente de la que se habla en la literatura de ese tiempo), hasta Emma, con sus delirios que luego se transformarían en este trastorno de la conducta que se llama bovarismo. En cambio, Edna se suicida (y odio que se haya suicidado. Todavía sueño con una novela de ese tiempo en el que la mujer pueda quedarse bien y sola, lo más cercano que he encontrado es el final de Indiana, de George Sand), pero no es por un hombre, mucho menos por deudas, sino por saber que realmente no será libre como desea serlo en sus circunstancias, y una vida así no quiere vivirla.

Paseo a orillas del mar, de Joaquín Sorolla y Bastida (1909).

Kate Chopin ve las circunstancias de la mujer occidental del siglo XIX con una mirada increíblemente afín a nuestra actualidad. Lo que ella exige es por lo que hoy las mujeres siguen luchando. Cosas como la noción de que la vida de una mujer debe ir más allá de la maternidad, y a su vez, que no todas las madres quisieron serlo y no aman incondicionalmente a sus hijos; la mujer como persona que vive de su trabajo, en el caso de Edna, su arte, y unido a esto, la independencia, aka, tener vivienda propia; y, como ya mencioné antes, la búsqueda de la libertad, la esencia propia, y una revolución sexual, ya que, tiene un amante específico, Alcée Arobin, pero no hay un amor de por medio, ni un sentido de fidelidad con el hombre que ama, Robert Lebrun, ni su marido.

«—Renunciaría a lo superfluo; daría mi dinero, daría mi vida por mis hijos; pero no me daría a mí misma.»  

Página 89.

Por eso rescato la importancia del despertar, una obra revolucionaria en muchos aspectos, diferente, no solo a sus novelas contemporáneas, sino a otras mujeres que reivindicaron su género mediante su escritura. Mi calificación subjetiva es 4,3 de 5 estrellas ★★★

Las doncellas de óxido

Verano de 1980 en Cleveland, Ohio. Phoebe Shaw, y su prima y mejor amiga, Jacqueline, acaban de graduarse en la escuela de secundaria en medio de un futuro del todo desalentador e incierto. Toda la ciudad está copada de fábricas abandonadas que pueblan el horizonte, y la sombra de una huelga sobrevuela la rutina que gobierna sus vidas…
Pero, nada de eso es equiparable a lo que está ocurriendo en su propio vecindario. Las chicas con las que Phoebe y Jacqueline han crecido, están mutando. El pistoletazo de ese cambio lo dará el descubrimiento de unas oscuras huellas acuosas sobre la acera. Una a una, las jóvenes se van marchitando: sus uñas se transforman en cristales rotos, y sus huesos se convierten en metales oxidados que corrompen su carne.
Nadie puede explicar qué es lo que pasa con las chicas de la calle Denton; nadie, salvo quizá ellas mismas
. (extraído de: https://dilatandomenteseditorial.com/inicio/80-las-doncellas-de-oxido-de-gwendolyn-kiste.html)

“I’m a woman with almost half a century of life experience, who still can’t do a convincing impression of a human being.”

(Nota al pie: los extractos están en inglés porque lo escuché en formato audiolibro.)

Por alguna razón, abrí los ojos y descubrí que una novela de terror estaba siendo comentada por personas con las comparto gustos literarios. Fue como, de esos libros que «anotas» en tu lista de pendientes porque el argumento te pareció interesante, pero ahí se quedan hasta que un suceso excepcional te haga leerlo, o bien no lo lees nunca. Así me pasó con Las doncellas de óxido, no fue sino hasta que Storytel subió el audiolibro (porque, al parecer, es imposible encontrar los libros de Dilatando Mentes fuera de España y yo soy de Latinoamérica). Resultó ser la primera lectura que hice en el año y, curiosamente, fue bastante apropiada con las circunstancias actuales de mi vida. Además me dejó algunas cosas en las que pensar y que plasmaré en esta reseña.

Ilustración interior.

Las doncellas de óxido es esa clase de libro que desde hace rato estaba buscando: una novela de terror que, por la forma en la que está escrita, y los temas que aborda, más que asustarme, quería sentir una profunda desesperanza en el alma, quería deprimirme, por primera vez, a voluntad propia. El libro tiene una esencia tal, que me resulta imposible no compararla con otra obra del género, pero no en el mismo formato, y me refiero a la franquicia de videojuegos Silent Hill. Parecido en el sentido de, aunque el elemento visual del shock está ahí, en el juego, la gran variedad de criaturas espeluznantes, y en la novela, la lenta degeneración de los cuerpos de las doncellas, la importancia no recae en el body horror, sino, más bien, en la psicología de sus personajes, la forma en la que el trauma les afecta y de qué forma se materializa en el entorno que los rodea.

Gracias a esto, la novela tiene unos tintes depresivos fortísimos. A esto ayuda que está contada en dos tiempos, la actualidad (para el relato, 2008), cuando Phoebe Shaw, la protagonista, debe volver a la calle Dalton, casi treinta años después de los hechos, para recoger lo poco que queda de su juventud, antes de que demuelan toda la manzana. Allí revivirá su juventud, no solo por la nostalgia, sino por personas que una vez hicieron parte de su vida, o algunos que insisten en recordarle eso que siempre ha luchado por olvidar; en el otro lado, el pasado (el verano de 1980), cuando comenzó todo. Una vez graduadas del colegio, Phoebe, y su prima Jacqueline, son testigos de como, de la nada, las muchachas de la calle Dalton sufren una metamorfosis lenta y tortuosa; si al principio es evidente la atmósfera de desolación (uno de los puntos fuertes del relato es la atmósfera envolvente que Gwendolyn Kiste consigue), por el abandono del barrio, la contaminación y la inminente destrucción, el pasado no se salva, no es como ese tropo de «los tiempos de antes eran mejores», sino que la tensión de la crisis, social y económica, azota el ambiente. Si el hoy es duro, el ayer era peor. Es una constante la reticencia de Phoebe por recordar cuando las doncellas de óxido comenzaron a manifestarse.

“The houses were there, of course, just like they should be. But the draped windows stared out at me, drowsing eyes that never rested, and a scent of rotten earth and restlessness breezed through the neighborhood.”

Algo bien curioso que me pasó escuchando el audiolibro fue que la descripción de las doncellas de óxido nunca es clara. En sí, es altamente descriptiva, uno puede imaginarse a que huelen, y ciertas partes de sus cuerpos, pero en general es algo más bien abstracto, mi cerebro era cada vez menos capaz de recrear las descripciones conforme la metamorfosis se desarrollaba. Uno se imagina que no poder evocar una imagen clara en la narrativa es un error garrafal, pero, cosa curiosa, me gustó eso, porque, de hecho, todo en las doncellas de óxido es ambiguo. Gwendolyn Kiste no se molesta en dar una explicación clara del origen de este cambio tan drástico. Si catalogáramos la novela en el género de realismo mágico, sería perfecto, porque solo ocurrió ahí el Cleveland, y podría haber ocurrido en cualquier otra parte deprimida del mundo. Considero que lo más cercano a una explicación vendría a ser cómo las cinco chicas somatizan su deseo de ser plenamente libres de cualquier atadura a un mundo humano cada vez más decadente. Ellas comprenden, en varios aspectos, sectores oprimidos en la sociedad: para empezar, son mujeres que viven en áreas empobrecidas e industriales. Por otra parte, una es una madre adolescente, otra es hija de un padre abusivo, otra de una madre sobreprotectora, mientras que las dos que quedan son víctimas de la presión de las expectativas. Esto, para mi, se ve confirmado con la última aparición de las doncellas de óxido, convertidas en un mero concepto, que viven en cada partícula, gota o mancha, porque solo así pueden ser realmente libres, no siendo humanas.

Ilustración interior.

En sí, el libro no da miedo. Como dije, es más bien algo psicológico y un terror sordo, que se cuece por debajo de la mesa. Las doncellas no son el motivo del temor, sino la forma en la que la sociedad las concibe y las rechaza. Constantemente Phoebe le recrimina a todos y a ella misma la incapacidad de aceptar de nuevo a las chicas como medio para salvarlas de su funesto destino; me he dado cuenta que la narrativa de terror estadounidense tiende a reflejar en su narrativa la crisis social que siempre han afrontado. Cosas como la intolerancia, la apatía y la excesiva individualidad se plasman no solo en este libro, sino también en otros como Carrie, It, Amigo imaginario o La chica de al lado. Víctimas de un capitalismo que los oprime, pero ellos se apropian para oprimir de la misma forma, es inquietante leer (o, en mi caso, escuchar) como muchos de los vecinos se esfuerzan por buscar algún modo de culpar a las doncellas de óxido por los problemas que afrontan, hasta llegar a un límite en el que ellos no pueden escapar de su espiral de desencuentros.

Creo que la única pega que tiene el libro es que la autora no supo desarrollar a los personajes. Phoebe muchas veces resulta estresante, y no muestra un desarrollo real, uno pensaría que al tratar con el mismo personaje pero con un abismo de veintiocho años entre un pedazo y el otro, tendría que haber marcadas diferencias, pero no, sigue comportándose igual, como si el paso de los años en su cerebro no hubiese ocurrido. Por otra parte, llega a molestar que tenga un complejo de salvadora tan marcado, y es reiterativa con eso, a cada rato, tengo que salvar a tal o pascual, o bien, no pude salvar a las chicas, y yo entiendo el trauma, vale, pero igual un poco más de estructura y desarrollo más allá de sus tormentos hubiera estado bien. De resto, es el único personaje medianamente hecho, porque los demás no son más que el papel que cumplen dentro de la historia. Y es realmente una pena, porque de otra forma hubiera sido un libro de cinco estrellas, porque los otros aspectos son favorables, hasta el estilo de escritura, que, a pesar de no tener momentos de tensión insostenible, el fluido y lleno de metáforas bellas y/o fascinantes.

Una forma que yo describiría este libro sería parafraseando un pasaje del mismo, en el que se dice que, así como novelas tipo Anna Karenina o Madame Bovary, las doncellas de óxido son mujeres que tienen que enfrentarse a un destino que no es el suyo.

“It was the most beautiful and horrible thing I’d ever seen, watching her become all that she was meant to be.”

Esta vez, será un 4,3 de 5 estrellas ★★★

Hellraiser: el corazón condenado

Considerada la mejor novela de 1986 en el Reino Unido, treinta años después se ha convertido en una obra de culto tras la primera versión cinematográfica que se hizo de ella en 1987.

Clive Barker aborda en sus páginas cuestiones cruciales como el amor y la desesperación, el deseo, la muerte y la sangre mediante metáforas sugerentes, reflejando el hedonismo desenfrenado hasta límites trascendentes. La misión de los demonios llamados «cenobitas» es torturar con placer a los que acceden a ese nivel mediante la manipulación de un cubo cuya resolución da derecho a «tener las sensaciones más intensas». El resultado de la ceguera de quienes buscan el placer de forma vertiginosa, malinterpretando el mensaje de los cenobitas, no es otro que la llegada al mismo infierno.

¿Alguna vez han leído algo con lo que han tenido tantas ganas de que les guste, y el final es tan decepcionante que terminan, sino tristes, bastante molestos? ¿No? Pues yo sí, con este libro.

El punto es el siguiente: existe la película, y eso crea una expectativa. En mi caso, gracioso, porque ni siquiera vi la película, era tan solo la imagen de los cenobitas lo que me creo una idea de lo que me podría encontrar con un libro que no tenía planeado leer, de no ser por el grupo de Goodreads llamado Letras Macabras. Yo propuse El color que cayó del espacio, de H. P. Lovecraft, y no quedó, PERO, la vida sigue, y lo vi como una oportunidad de algo que prometía. Ay de mí.

VAN A HABER SPOILERS A PARTIR DE AQUÍ.

Considero más a El corazón condenado como un relato de amor tóxico que una novela de TERROR en el sentido más estricto de la palabra. Cuenta la historia de Frank, un hombre de veintinueve años que vive por y para el placer: drogas, vicios, dinero, pero, sobre todo, sexo. Este hedonismo lo ha llevado a la inevitable maldad de espíritu, junto al vacío que da cualquier tipo de adicción; es ahí cuando descubre lo que podría ser la salida a sus necesidades: la caja de Lemarchand. Un artefacto, un rompecabezas imposible que, de ser resuelto, puede proveerte todo lo que anhelas, gracias a los hierofantes, sacerdotes, los cenobitas, estos seres de pesadilla que son, en apariencia, imparciales. No son malvados, pero tampoco conocen lo que es la misericordia.

Frank consigue resolverlo, y le pide placer a los cenobitas. Sin embargo, en un giro enfermo de los hechos, termina destrozado, hecho un despojo de lo que alguna vez pudo ser, y atado a una dimensión alterna de su casa. Casa en la que, poco tiempo después, se van a vivir Rory, su hermano, y Julia, la esposa de Rory una mujer insatisfecha con su matrimonio, que no sabe lidiar con su obsesión por el ahora desaparecido Frank. Tuvieron una aventura, para él no fue nada, pero, para ella, significó todo, y cuando una casualidad le da la oportunidad a Frank de volver al mundo de los vivos, burlando las leyes de los cenobitas, y Julia decide ayudarlo, dándole lo único que puede sacarlo de esa pesadilla: sangre.

Uh… En primer lugar, ese argumento, por si solo, no es como que me llame mucho la atención. Por eso, lean bien de que trata un libro antes de leerlo. Y es que, Dios, no. Simplemente, no. Intento, de veras que intento, pero no puedo comprender como es que a alguien le puede gustar un libro tan mal escrito.

Vayamos por partes.

Clive Barker, el autor.

No entiendo que pasó, lo digo porque él escribió el relato en el que está basada una película de terror que me gusta mucho, la versión noventera de Candyman.

En primer lugar, los personajes, no tienen personalidad. Cada uno tiene un rol muy establecido y no se salen de ahí. Frank es el villano más malvado del mundo. Mr. Hyde o Drácula se sonrojarían ante la maldad inefable de Frank Cotton, un sujeto que, a causa de su psicopatía, se vuelve acartonado. Es de esos que ríen a carcajadas mientras te cuentan su plan macabro; por otra parte, su hermano, Rory, es todo lo contrario, un pan de Dios. A parte es el esposo, nada más, el esposo al que engañan, el esposo que sabe que su mujer no lo quiere pero no hace nada para remediar la situación y que, tras del hecho, es incapaz de ver que su mejor amiga, Kirsty, está enamoradísima de él. Y no es como, oye, hay gente que en serio no se da cuenta. Esto va a otro nivel, porque es más que obvio.

Ah, y es que lo que más me enoja es el desarrollo inexistente que tienen los personajes femeninos. Están peor que los masculinos. El resumen es el siguiente: Julia y Kirsty operan en función de los hombres que de las que están obsesionadas. Literal, Kirsty no es más que la enamorada en secreto, bien sufrida, porque no tiene reparos en sacrificar su tiempo, su dignidad, ¿acaso la tiene? , para complacer a Rory en sus problemas conyugales. «¿Necesitas que hable con tu esposa para arreglar tu matrimonio? Cuenta con ello, y después me pondré a llorar, porque soy una mosquita muerta por la que nunca se fijaría un hombre como Rory (y no es como que él pueda ofrecer algo), así que lloraré con amargura porque soy tu mejor opción y no te das cuenta». Incluso, al final, cuando ella tiene un rol protagónico, y debe sacrificar a Frank para salvarse ella misma, no puede abandonar esa dependencia, existe por y para Rory, no hay personalidad más allá de eso. Lo mismo pasa con Julia, la vemos hacer un montón de cosas atroces… únicamente para poder estar con un hombre con el que se acostó una vez… ¿Es en serio? Hay tantas obras de terror increíbles en las que las mujeres tienen un rol importante, y aquí se limitan a un papel, más que secundario, llega a ser ofensivo. No hay forma de conocer a los personajes más allá de su papel, nada de psicología, ni matices, es decepcionante.

Incluso si la historia es interesante (en este caso no me lo pareció, como dije antes), con esas fallas se hace un bodrio. Digamos que el libro tiene cosas interesantes, sí, como la pregunta sobre hasta qué punto puede llegar la necesidad de placer en uno mismo, ¿Cuál es el límite? o, por otro lado, el body horror siempre ha sido algo que me ha interesado, la forma en la que lo que más es tuyo, tu cuerpo, está destruyéndose, degradándose, y uno no puede hacer nada al respecto salvo aceptarlo, eso es brutal, y el libro lo expresa bien, pero no es suficiente, no compensa la terrible creación de personajes, o el hecho de que la forma en la que está escrito haya sido tan difícil de conectar para mí, que llegué al punto de forzarme a leer para terminar un libro tan corto.

Es de esos libros en los que digo, ¿Gané algo leyéndolo? Por lo menos podré despedazarlo en la reunión del club de lectura. Y, por mi parte, se merece 1 estrella de 5 ★★★

Y a ti, ¿Te gustó, o como yo, no te agradó? Espero tus comentarios para hablar al respecto.

Un cuento de enfermera

Kate Snow, narradora de esta novela, es una enfermera –como lo fue la propia autora– contratada para ocuparse de Elinor, la hija pequeña de la familia Carruth, aquejada por una extraña enfermedad mental. Kate intentará desde el primer día entender por qué el joven Robert Steele, amigo de la familia, mantiene un control absoluto sobre todo lo que ocurre en casa de los Carruth. Auténtico laberinto de engaños, misterios y pasiones, con un sorprendente final, esta novela de intriga cuasi policial sobre la maldición de una estirpe, recuerda algunas de las mejores páginas de Wilkie Collins, las hermanas Brontë o Jane Austen. (Extraído de: https://calixtaeditores.com/product/un-cuento-de-enfermera/)

Cuando uno piensa en Louisa May Alcott, la mente siempre acaba yéndose hacia «Mujercitas» y todas las obras que derivan de esta. La cosa es que, en primer lugar, esta obra «cumbre» no le gustaba a su autora, ella la escribió porque le daba ingresos, básicamente, y eso me lleva a el segundo punto, muchas de los otros escritos de Alcott son de misterio, así como esta novela (otros pueden ser «Tras la máscara» o «Un susurro en la oscuridad»); mi sorpresa fue grande cuando vi que la editorial Calixta, nativa de Colombia, decidió sacar una línea de clásicos policiacos con este título en sus filas. 

Confieso que cuando leí la contracubierta pensé que tenía ante mí una novela de terror muy al estilo de «El papel pintado amarillo», de Charlotte Perkins Gilman, es decir, clásico que habla de enfermedades mentales, una trama misteriosa… mis referencias me indicaban una sola cosa. 

Sin embargo, me equivoqué. 

«—Sí, ayúdeme, ámeme, sálveme si puede; ninguna afligida criatura en el mundo la necesita tanto como yo a usted.»

Sí, es una novela de misterio. No se si decir si policiaca como tal, porque no hay un crimen per se, pero hay algo que toca resolver, un secreto de esos impronunciables que tanto le gustaba a los escritores victorianos. Además hay una persona que está loca, sí, inclusive podríamos hablar de ese tropo de la loca del ático, pero la autora le da una vuelta de tuerca a muchos de los temas que ya eran lugar común en la literatura de suspenso en el siglo XIX. 

Portada del libro, a cargo de Calixta Editores.

En primer lugar, tengo que destacar la relación que tienen la protagonista, Kate Snow, y el antagonista, el señor Steele. A ver, por lo general el malo es muy malo (estoy hablando de las novelas del siglo XIX para atrás), bien puede tener sus motivaciones válidas, pero el punto es que mantiene una constante enemistad con el héroe o heroína, esta última más frecuente en la novela gótica. Aquí es diferente. Desde el principio Kate se da cuenta que la influencia que tiene Steele sobre la familia Carruth es nociva, no hizo falta que Elinor se lo advirtiera, pero lo interesante es la dinámica que ambos tienen, porque, más que ser archienemigos, parecen más bien colegas, como mucho rivales amistosos; Steele cree haber dado un paso más adelante que Kate, pero ella, cuando el menos lo espera, lo rebasa en su carrera para conseguir sus objetivos (el de Steele, controlar a los Carruth mediante un secreto que no puede revelar antes de año nuevo, y Kate, proteger a la familia y liberarla de su yugo) y viceversa, se muerden la cola el uno al otro, pero al mismo tiempo se tratan como amigos, como si se jugaran bromas y olvidaran que el asunto es en serio. Esto hace que sea divertido, no la batalla del bien contra el mal de la que ya estamos acostumbrados. Para haber sido publicada en 1865, es refrescante.  

¡Hablemos de Kate! (y de los demás personajes, en general). ¿Qué es una heroína del siglo XIX? Recatada, recta, muy moral, hermosa, sin duda alguna, y, una de dos, y aquí me río por mi queda Jane, o sensatez, o sentimiento. Bueno, Kate es mucho más compleja que esas características. Louisa May Alcott se las arregla para delinear un personaje femenino que tiene las características del hombre de su tiempo sin parecer problemático. Kate Snow es tierna, dulce, no porque su profesión de enfermera lo demande, sino porque se trata de su naturaleza, también trabajadora, pero al mismo tiempo increíblemente inteligente, astuta, que, muy a su pesar, no teme en usar su feminidad para conseguir lo quiere, y con esto no es una antiheroína, como otros ejemplos de la literatura (Scarlett O’Hara, Emma Bovary o Ellen Olenska). Y es que, cuando pienso en una enfermera, o institutriz en la literatura, me imagino a Jane Eyre o Agnes Grey, ambas muy… victorianas, pero Kate tiene más fuerza y es, sin duda, una protagonista más que memorable. 

«Un cuento de enfermera» tiene un limitado abanico de personajes, y los que más destacan son los femeninos; importantes, hay cuatro mujeres, todas distintas la una de la otra. Exceptuando a Kate, están las tres mujeres Carruth, la madre, Elinor, la enferma, y la menor, Amy. A parte, son bastante engañosas, porque uno piensa una cosa, pero luego hay un giro que borra esas impresiones, o quizá no, en otros casos, son ellas, junto con Steele, las que mueven la trama. Pero bueno, algo que sí es cierto es que los Carruth son una familia de mártires. Operan en función a ese secreto que los oprime, y lo llevan como una cruz que hay que cargar dignamente, los dos hermanos, Harry y Augustine, el primero es un libertino y el otro un cura, son más planos, pero igual cumplen su función. En el caso de Steele, aunque más matizado que los anteriores, porque sabemos sus debilidades, fortalezas y motivaciones, sigue siendo un poco de lo mismo, o al menos yo lo sentí así. No sé si sea porque en aquel tiempo una mujer, relegada como estaba a unos roles más que específicos, podía ofrecer más posibilidades en la ficción.

«Diría que usted no tiene sentimientos de no ser porque pone tantos en su música que sería capaz de emocionar hasta a una piedra.»

Por otra parte, la pluma de Louisa May Alcott tiene un buen ritmo, casi en ningún momento sentí pesada la lectura. Se notan ya ese estilo tan agradable que muestra en «Mujercitas», que se publicaría tres años después que esta pequeña novela. Yo tengo muchos sentimientos… raros con la autora, principalmente porque «Aquellas mujercitas» me disgustó a niveles impresionantes, pero no por eso voy a negar que la prosa de ella es, diría yo, muy tierna. Al ser tierna, uno genera un lazo con los personajes con facilidad, lo que es algo bastante difícil en la literatura. 

A diferencia de otras novelas, como «Jane Eyre», principalmente, Louisa May Alcott trata a los enfermos mentales con una dignidad que por su época sorprende. Kate Snow trata con cariño y paciencia a Elinor, quién no parece una desquiciada, tengo que decirlo, e incluso la toma en serio, la ve como una persona, un ser humano que, por la crueldad del destino, requiere un trato más especializado, pero no por eso menos válido. No puedo evitar poner a Alcott por encima de Charlotte Brontë en este aspecto, ya que esta ultima trata a los locos como animales o seres perversos. 

Ay, ¡Odio hablar de los defectos de un libro con muchos méritos! Pero, como todo, esta obra no es perfecta. No tiene muchos fallos, el principal es que hay un melodrama en la historia que es completamente innecesario; las novelas no necesitan romance siempre, y no me cansaré de decirlo, y creo que esta opinión es contraria a lo que otros lectores piensan, PERO ES QUE NO PUEDES METER AMOR EN TODO LO QUE LEES el exceso de melodrama en el libro me dañó la lectura ya cerca del final, en realidad si esto no hubiera estado, habría leído un libro de cinco estrellas. Cosas como el amor, la muerte, ese tipo de cosas, están bien, pero solo cuando la trama lo exige, no cuando uno quiera, porque, de otra forma, se nota lo artificial e innecesario que es. Pero, eh, en serio que es un buen libro. Más allá de ser entretenido o no (es entretenido, los personajes femeninos memorables), tiene mucho que decir, y me parece sentir este tipo de estilos en autoras posteriores como Edith Wharton. Desde hace rato quería leer la obra de misterio de Louisa May Alcott y estoy seguro de que en algún momento volveré a sus páginas. En ese orden de ideas, mi puntuación es 3,9 de 5 ★★★

¿Y a ti que te pareció? ¿Disfrutaste el libro, o no te gustó? Te invito a dejar tus opiniones en los comentarios. 

El duque y yo (Los Bridgerton, 1/8)

Todos parecían divertirse en aquel baile que reunía a lo más selecto de la sociedad londinense. Todos, excepto ellos dos. Daphne, una hermosa joven agobiada por su madre, y Simon, el huraño nuevo duque de Hastings, tenían el mismo problema: la continua presión para que encontraran pareja. Al conocerse, se les ocurrió el plan perfecto: fingir un compromiso que los liberara de más agobios. Pero no sería sencillo, ya que el hermano de Daphne, amigo de Simon, no es fácil de engañar, ni tampoco lo son las avezadas damas de la alta sociedad. Aunque lo que complicará de verdad las cosas será la aparición de un elemento que no estaba previsto en este juego a dos bandas: el amor. (Extraído de: http://www.titania.org/es-es/catalogo/catalogos/ficha-tecnica.html?id=500000435)

Los Bridgerton son una saga de romántica histórica (sí, de esos que tienen parejas semidesnudas en las portadas). Si bien desde su publicación, que comenzó hace veintiún años, fueron novelas bastante populares, con una fanbase muy sólida, no fue sino hasta que tío Netflix, gracias a Dios, decidió adaptar la saga en formato de serie (una excelente adaptación). Bueno, ahora, tras dos décadas, los libros están teniendo un boom gigante, tanto, que me costó un huevo conseguir los nueve libros, que por cierto, fueron reeditados por ediciones Urano con unas bonitas portadas dibujadas. Pero bueno, es impresionante ver como ciertas obras resurgen con tanto esplendor como los Bridgerton, que parecen ser de lo mejorcito del género junto con Lisa Kleypas. En lo personal me atrajo por el anuncio de la serie, por allí en octubre del año pasado, en general porque lo vendían como «el lado más sexy de la regencia», solo me quedé con la palabra regencia, así que, por probar, compré los dos primeros libros. Creo que con ya saber que tengo la saga entera se sobreentiende que opino de los libros… Pero hay que ser justos, si tengo algunas cosas que mencionar.

Cuadro de Daphne, Eloise y Francesca Bridgerton. De la serie de Netflix.

La novela comenzó conmigo con una buena premisa. Allá por los albores de la década de 1780, el duque de Hastings cumple su mayor sueño: tener un heredero, tras años de intentos fallidos. La buena noticia, tiene un hijo varón, ¿la mala? Bueno, su esposa murió en el parto, ¿y la muy, muy mala? Que su hijo, llamado Simon Basset, es tartamudo. El duque decide desconocerlo, porque según él, los Basset tienen que ser perfectos para así honrar el ducado que les dio la corona… Bueno, algo así, el punto es que esto, naturalmente, produce mucho rencor en nuestro protagonista masculino, quién, tras intentar agradar a su padre con numerosos e infructuosos intentos, es rechazado de una forma bastante cruel. A pesar de haber logrado dominar su tartamudez, el duque le recuerda a Simon que para él, el niño es una decepción, por lo cual, Simon decide ser una vergüenza para el nombre de la familia.

Tras tres libros leídos de la saga, me doy cuenta que Julia Quinn hace uso de los prólogos para introducir la problemática principal de la novela. No sé si esto es un problema, viéndolo por el lado de que ella no parece ser capaz de entretejerlo entre el argumento principal, o sí agradecer que sea tan conciso que la lectura se vuelve un paseo muy sencillo. Una de las ventajas que tiene El duque y yo, es que el estilo es muy básico: simplemente se usan dos perspectivas (Simon y Daphne) y un lenguaje de discurso indirecto libre. El vocabulario no es difícil, porque el libro, por más de que se venda como una novela histórica, no tiene dichas pretensiones. Sí, nos quiere contar una historia que transcurre en 1813, pero obvia los hechos históricos, olvida, por ejemplo, las guerras napoleónicas. Solo se le da importancia a la historia de amor. Julia Quinn se desliga por completo de los autores que preceden esa época, tan solo mencionándolos fugazmente o haciendo referencias superficiales. Una de ellas, y la más importante, tanto por el género, como por la época en la que se desarrolla, es Jane Austen. He visto por ahí que se considera una ofensa compararlas, pero es que no hay punto de comparación. La Quinn parafrasea un poco a Orgullo y Prejuicio, o pone a sus personajes a leerla, pero nada más allá, porque esto no es costumbrismo, como Jane sí lo es, o, aunque ambas manejan comedia, es muy distinta entre sí. Eso lo aplaudo, porque quitarse el peso de un autor de encima es muy difícil, por la ansiedad de muchos autores y autoras de emular a los grandes de la literatura. Julia Quinn es humilde en ese aspecto, sabe que nunca podrá conseguir eso, coge por un camino marcado por ella misma. Eso es precisamente lo que la hace tan deliciosa de leer, que uno se quede horas pegado a uno de sus libros, porque uno no está leyendo a la imitadora de Austen o Georgette Heyer, sino a Julia Quinn siendo ella misma.

Simon (Regé Jean-Page) y Daphne (Phoebe Dynevor) en la serie de Netflix.

En cuestión de personajes, la autora es muy parca. La novela muy introductoria, solo dando nombres y personalidades algo desdibujadas. Claro, menos Daphne y Simon, ellos son los que importan aquí. Yo pensaba que los secundarios serían telón de fondo hasta que les tocara su propio libro, pero no, poco a poco uno los va conociendo, eso está bien. Pero bueno, volviendo a la historia de los dos muchachos, es importante mencionar que Simon le ha hecho una promesa a su padre: no se casará, ni tendrá hijos, su venganza es dejar que el ducado de Hastings se extinga, claro, hasta que conoce a Daphne, porque, JAJAJAJAJA, esto es una novela romántica; esto funciona como conflicto porque, a pesar de que ambos se están enamorando, él tiene que ser fiel a su promesa y sus traumas; Daphne, por el otro lado, me agradó en un principio, porque es una mujer que se sale de los clichés del género. Si bien ella desea un poco de independencia, es más en el sentido de que no quiere que la agobien los hombres y los matrimonios, pero sí se quiere casar, y sobre todo, quiere ser madre. No es común ver una protagonista femenina en una obra de romántica histórica que quiere cumplir su rol en la sociedad. Me gusta porque es como un fresco entre tanto cliché.

Eventualmente tendrán que casarse, mediando el escándalo para lograr esto, porque sí, esta saga de libros es erótica. Me da un poco de repelús saber que tendré que leer escenas calientes con personajes que, ahora, son menores, pero cuando toque, estarán en sus veintes, no lo sé, es como raro. Pero bueno, la sexualidad es importante en el libro, por dos razones, y una no es buena, pero me iré por la primera: el nudo de la obra funciona mediante la falta de educación sexual de Daphne, y como ella es engañada por Simon cuando el no deja que ella quede embarazada. El problema, es que cuando ella se entera, VIOLA A SIMON. Va y se aprovecha que el tipo está ebrio, y cuando él le dice que no, ella sigue. Para mí, eso arruinó a Daphne, porque ella en todo el libro argumenta que con el amor que ella le tiene a Simon, él puede superar sus traumas, pero hija, como puedes ser tan hipócrita. No, no, no, todo mal, todo mal con eso, y solo eso tengo que decir. Simon me cayó muy bien, no es casi machista (digo casi, porque igual este es un género literario que depende mucho de los roles de género), es divertido y ciertamente muy resiliente a fin de cuentas, es un amor de hombre, PERO QUE DIABLOS CON DAPHNE. Simon la perdonó, pero yo no puedo perdonarla.

Mi principal queja es esa, porque realmente a mi no me importa la falta de rigor histórico o la estructura que tiene de película romántica de los años 2000, porque en sí mismos son buenos. Los espacios, el esplendor y lujo que Julia Quinn aprovecha por la clase social de los personajes, todo es genial. Yo le daría cuatro de cinco puntos, por el tema de la violación, que después de consultarlo con la almohada, me puso muy bravo. AAAAAUNQUE, sí está recomendado, tiene sus ventajas si se lee sin esperar una obra maestra. El romance es muy dulce y bello, tanto, a fin de cuentas, que uno se pone a suspirar para que ellos terminen siendo felices. Léanlo, y recemos para que Julia Quinn reciba clases de CONSENTIMIENTO.

Relectura: Otra vuelta de tuerca – Henry James

Una joven inglesa llega a una vieja mansión en el campo para encargarse de la educación de un niño y de una niña que han quedado huérfanos. Poco tiempo después de su llegada, descubre que los niños reciben periódicas «visitas» de sus antiguos preceptores, un hombre y una mujer muertos un año atrás. La institutriz, horrorizada, decide hacer lo posible para defender a los niños, cuya custodia se le había encomendado, y trata de interponerse entre ellos y los fantasmas. Con esta historia, aparentemente tan sencilla, Henry James logró realmente el «más difícil todavía»: dar otra vuelta a esa «tuerca» que hay escondida en todo relato de terror. (extraído de: https://www.anayainfantilyjuvenil.com/libro/tus-libros-seleccion/otra-vuelta-de-tuerca-9788420712314/)

¿Henry James?

Henry James nació en Nueva York, en 1843 y murió en el Reino Unido, en el año de 1916. Pese a sus orígenes norteamericanos, considero que su obra tiene tintes más ingleses. Inclusive, durante la Primera Guerra Mundial, en 1915, adoptó la nacionalidad británica; su narrativa, extensa en cualquier aspecto, destaca en obras como «Washington Square», «Las bostonianas», «Otra vuelta de tuerca» y «Los papeles de Aspern». Su obra se caracteriza por una intensa profundidad de personajes (sobre todo femeninos) y la naturaleza humana, así como la exploración de temáticas tales como la psicología y problemáticas sociales, por ejemplo la primera ola del feminismo.

«una visita de índole verdaderamente terrorífica, recibida por un niño que dormía en su cuarto junto a su madre, a la que despertó lleno de horror; y la despertó no para que ella disipase sus temores y lo calmase, ayudándolo a conciliar de nuevo el sueño, sino para que también ella, mientras trataba de tranquilizarlo, tuviese que enfrentarse a la misma visión que lo había aterrorizado.»

Página 7.

«Otra vuelta de tuerca» es una de esas obras que marcaron tan fuerte el ideario popular que incluso hoy, a ciento veintidós años de su publicación, sigue presente en las mentes de la gente: la historia de una institutriz que debe encargarse de cuidar a dos (o uno) niños en una casa señorial alejada de la civilización. El trabajo parece excelente, pero pronto se dará cuenta de que algo más oscuro se cierne sobre ella y sus pupilos. Mil y un adaptaciones se han hecho: «Suspense», en 1961, protagonizada por Deborah Kerr; «El libro de piedra» una película de horror gótico mexicano, en 1969; «The voice from the Stone», una versión más libre, con Emilia Clarke o las dos más recientes: «The haunting of Bly Manor» y «The turning», ambas estrenadas en éste 2020. Nuestros temores, de alguna forma, siguen siendo los mismos que hace décadas, el temor a lo desconocido, y si ese desconocimiento es peligroso para nosotros y quienes amamos.

Este libro es una novela gótica en toda regla, incluso bebe de otras novelas del género, tales como «Los misterios de Udolfo», de Ann Radcliffe (donde se le hace una referencia, más concretamente, en el principio del capítulo 4) y, de forma más sútil, «Jane Eyre», de Charlotte Brontë. Estos espacios lúgubres, cámaras amplias, ocultas, la noches y la desolación de parajes, sumado a la explosión de formas de sentir, relacionadas con el miedo, de los personajes; sin mencionar, claro, el evidente tema de los fantasmas. Con esto, ya tiene sus méritos, pues en un género que aún hoy en día sigue vigente, sigue con una presencia arrolladora: Henry Jame construye espacios perturbadores, las apariciones de los espectros con la institutriz no lo dejan indiferente a uno, pues, en palabras de ella, son humanos, de alguna forma, y solo las personas son las capaces de atormentar a los demás; la figura de un hombre en las almenas de una torre, o la de una mujer pálida vestida de luto, llorando a los pies de una escalera solitaria, esas imágenes, aunque clásicas, reutilizadas en la literatura, Henry James consigue darnos una mala sensación en la nuca cuando las pone en voz de la narradora. Inclusive, con el estilo de presentación (un texto que pasa de mano en mano, con el propósito de dar cierto realismo, como el «basado en hechos reales, de la actualidad), son las mismas estrategias de siempre, en la literatura moderna, pero a él le salen bien paradas, es sorprendente.

Who Dies on The Haunting of Bly Manor? | POPSUGAR Entertainment
La adaptación más reciente es «The haunting of Bly Manor». Se estrenó este mes en la plataforma de Netflix.

Por otra parte, estos juegos con el tema de los niños aterradores, el hecho de que parece que no hay nadie en el mundo, pese a que es una idea errónea, giran a través de las páginas. Sin embargo, sería muy triste quedarse con una sola lectura de «Otra vuelta de tuerca», la de los fantasmas malévolos que buscan asesinar a la pareja de niños que la institutriz debe cuidar. A partir de este momento voy a hablar de SPOILERS que sin duda arruinarían el factor sorpresa a la hora de analizar el libro, quedan avisados.

Quizá una de las cosas que inmortalizó «Otra vuelta de tuerca» es lo que hay detrás de lo que parece ser. La institutriz, la voz narrativa, es una narradora engañosa, esto es lo más importante. Con un autor como Henry James, un personaje que parece saberlo todo, saber cuando actuar, con un dominio de la situación en momentos semejantes como la posesión de una casa, es, cuanto menos, sospechoso; el asunto está en ciertos detalles dispersos en la novela que pasan desapercibidos en un primer instante pero cuando se sabe lo que se sabe, uno los recuerda como estrellas en una noche completamente oscura. La respuesta simple es la siguiente: la profesora está loca, es una enferma mental que, en uno de sus delirios, cree que hay espíritus en Bly , el nombre de la casa, que atormentan a sus niños: Miles y Flora. Pero vamos a desarrollar esta idea.

Dejando de lado los momentos en que es obvio que solo la institutriz puede ver fantasmas, hay que analizar este personaje. Una mujer, ella misma dice que cuando sucedió esta historia tenía tan solo veinte años, que no conocía nada del mundo, al punto de quedarse maravillada por los lujos de Bly; es hija de un párroco en la Inglaterra de (supongo yo, dados los indicios que da el libro, ignorando que se publicó en 1898) principios de los 1800. Esto, por si solo, representa una presión de el ojo público sobre los hijos de un clérigo, de los que más se espera un pecado, pero del que menos se perdona. Pensemos también, ¿Qué clase de educación recibió ella? La represión sexual es evidente, cuando se enamora de su empleador nada más verlo, o al imaginarse casada con el pequeño Miles. Por otro lado, se nota que es una ávida lectora, por lo que tiene una mente impresionable que junto al ambiente que se desenvuelve y ciertas cartas inquietantes cuyo contenido nunca se nos es revelado (es probable que contenga información sobre los antiguos cuidadores, los que se suponen fantasmas en la mente de ella), salvo una, la expulsión de Miles del colegio, son el caldo de cultivo para una mente con propensión al desquicio. Ahí está el otro terror, imaginar a unos niños en manos de una persona paranoica, enferma mental, que es un peligro para la sociedad (esto se confirma cuando, al final, posiblemente asesina a Miles sin darse cuenta). Ellos dos solos contra esa institutriz, habiendo ella ganado la confianza del ama de llaves, analfabeta y supersticiosa, con sus fantasías; imaginar este terror que ella tiene cuando los niños empiezan a temerle, al ver que los está perdiendo y sus intentos de recuperar esa confianza y cariño solo producen más pavor.

«Está visto que todos los caminos llevan a Roma, y había ocasiones en que podríamos habernos sorprendido al comprobar que todos los temas de estudio y de conversación rozaban lo prohibido. Y lo prohibido era todo lo relacionado con el regreso de los muertos en general o, más concretamente, con lo que pudiera haber sobrevivido en la memoria de los niños acerca de aquellos amigos que habían perdido.»

Página 106.

¿Por qué no? Un romance trágico se puede hallar aquí: el de la señorita Jessel, la antigua institutriz y Peter Quint, el ayudante de cámara. Ambos son los fantasmas que atormentan a la institutriz. Se le dice que ambos mantenían relaciones ilícitas, una inmoralidad de la que Flora y Miles fueron testigos, pero entonces Quint tuvo un accidente, fruto de una borrachera, en los caminos. Después miss Jessel abandona a los niños y muere en sospechosas circunstancias (se sugiere un embarazo por fuera del matrimonio y un suicidio o aborto fallido); pero la narradora, sin contar que constantemente nos engaña, proviene de un contexto puritano y religioso, por lo que es natural que trastocara los hechos en algo muchísimo peor. Como dije, ¿Por qué no? ¿Por qué no pensar que Jessel y Quint se amaban en realidad, pero con el punto de vista de la institutriz, esto se pervirtiera? Tal como dije, son muchas las lecturas que se le pueden hacer a «Otra vuelta de tuerca» y estas fueron algunas que me llamaron la atención durante esta relectura que, en comparación con la del 2016, fue más fructífera.

Lo último que me queda por destacar es la excelente edición con la que me topé, con Anaya editorial, que, aunque claramente es escolar, el texto es íntegro y al comparar con el original pude ver que la traducción es bastante fiel al inglés, sin contar con pies de página, un prólogo crítico y un apéndice hecho por la escritora Ana Isabel Conejo que explica esta otra lectura a modo de una narración preciosa que a uno le toca el corazón; a diferencia de la primera vez, acá le pongo cinco estrellitas.

«-Nunca, en aquellos meses, vi nada fuera de lo normal -replicó Flora Ransom con lenta deliberación-; todo lo que vi fue la peligrosa escalada hacia la locura de una mente enferma.»

Página 193, Ana Isabel Conejo.

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